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sábado, 22 de febrero de 2014

"La herencia de los valores"

Nos ha llegado hoy una colaboración especial, Ion Roncal agradece en esta preciosa entrada todo lo que la naturaleza le ha brindado en la vida y como su padre, Juan Jesús Roncal le ha ayudado y motivado a descubrir en ella sus valores.
"Como no acordarse de esas personas que nos han hecho pasar más de un buen rato en frente del televisor con sus relatos, su forma de contar y de entusiasmar. Pero en mi vida la persona que de verdad ha calado hondo en mi forma de ver y disfrutar la naturaleza ha sido mi padre.
Juan Jesús Roncal en una jornada de campo

Él me enseño a querer la naturaleza, a disfrutar de su belleza inconmesurable, de su grandeza, a entender que somos uno con ella, que no somos otra cosa que naturaleza, que provenimos de ella. Todo empezó en mi tierra, el País Vasco, que tanto quiero. A 50 metro de mi casa tengo el monte, un pequeño paso que da lugar a mi libertad personal, a que mi espíritu se funda con lo que soy, aquí en el monte no soy juzgado por nadie y los animales me acompañan en mis tristezas y alegrías. Aquí no tengo careta alguna, soy como soy y me siento a gusto conmigo mismo. Al sur, la Sierra de Aralar y las Mayoas, al norte el Mar con el monte Uzturre, al este Errospe y al Oeste Ernio y Aldaba Txiki.
 Este fue el comienzo; un buen comienzo sin duda, y mi padre el impulsor de toda esa motivación posterior. Ya con 9 meses de edad y enfermo de asma y alérgico, me llevaba a sus espaldas y me hacía observar los árboles, pájaros y la inmensa vista desde la cumbre de Uzturre, y desde allí respiraba la suave brisa procedente del mar con nuestro viento del norte como protagonista. Cuando ibamos a caminar me mostraba las hojas de los árboles y me enseñaba sus nombres. Recuerdo que en el colegio recurrían a mi para preguntarme sobre temas del bosque y me enorgullecía del padre que tenía.Después, desde los 3 a los 5 años estuvimos acampando en El Embalse de la Cuerda (Soria), cerca de Navaleno. Aquello me entusiasmaba, nos protegía una masa boscosas de pinos y de noche cazábamos murciélagos con trapos. El lago me daba mucho respeto, me intrigaba que hubiera remolinos y pensaba que me ahogaría en uno de ellos. Cogíamos manzanilla para embotar. Una vez fuímos hasta los Picos de Urbión en un Renault 6, que tenía mi padre con los amortiguadores levantados, y también vimos los lagos de Neila, me pareció muy bonito. Me quedé prendado de la Laguna Negra, con sus inmensas rocas en frente, y pinos con ramas multiformes que hacían de aquel lugar algo mágico y embrujado. En el lago de Panticosa anduve en barco a pedales, y me impresionó toda el agua que cabía, y desde allí se podían divisar los Picos del Infierno. Después con unos 6 años de edad, empezamos a acampar en el Parque de Ordesa, en el camping de Oto. A la noche, las tormentas de verano me hacían acurrucar en mi cama, cerca de mis padres y él me hablaba y llenaba de magia esas noches de tremendos estruendos y oía como miles de gotas pegaban sin cesar la tela de la tienda. En las noches despejadas me decía: “ mira Jon, esa es la Alfa Centauro, y aquella la Osa Mayor”, y yo embelesado no hacía más que mirarlas, y hoy en día las sigo mirando.
 Me enseño a pescar y en mis ratos libres me solía dirigir al río por una senda preciosa llena de vegetación. En días buenos tiraba mi cucharilla, cuando no pescaba nada hacia una última prueba que consistía en hacer unos últimos 15 tiros, una vez en el útlimo tiro conseguí pescar una trucha. Otra vez, sentado en las piedras de la orilla se me levantó una serpiente negra y blanca y se erguió como de una cobra se tratara. Nunca he retrocedido tan rápido, recuerdo que sobrepasaba mi cabeza, pero me fui contento de haberla visto.
 
Había un monte que me tenía prendado, el Mondarruego, solo de verlo se me erizaban los pelos, que grandiosidad! Desde el Puente de los Navarros a Bujaruelo, por donde se accede al Gabarnie y de allí al Tallón. Ya con 7 años quería subir con mi padre a estos montes pero claro, no me dejaba. De Ordesa se accedía al Monte Pérdido, pasando por las Gradas de Soaso y la Cola de Caballo. Con 11 años llegué a las clavijas de cotatuero, pero mi padre me ordenó volver atrás.
 Puede que haya gente a la que haya que convencer de que respete o ame la naturaleza mediante mensajes o frases excepcionales, de enmarcar en un cuadro. Puede que a alguien le ayude, a mi personalmente me ayuda el silencio, la meditación y la contemplación. La comunicación interna vale más que mil palabras, es como estar con alguien y no necesitar hablar de nada, entonces puede que hayas encontrado a la persona adecuada. Eso se sabe, con la naturaleza pasa lo mismo, no intentes forzar nada, sale solo.

Eskerrikasko aita, natura eta bere handitasuna maitatzen erakutsi didazulako
Gracias aita, por haberme enseñado a amar la naturaleza y ver su grandiosidad 
  

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