El jueves, 3 de Marzo, se
celebró el Día Mundial de la Vida Salvaje, y desearía aprovechar el momento para
hacer una llamada a la conservación de la vida salvaje, desde el territorio
donde he nacido, el que ocupo y con el que me identifico plenamente, la
Provincia de Teruel, lugar de extraordinaria riqueza biológica, gracias a la
existencia de auténticos paraísos naturales de masas boscosas, donde todavía se
albergan los últimos reductos de algunas especies catalogadas En Peligro de Extinción, como el águila-azor
perdicera (Hieraaetus fasciatus), el
cangrejo de río (Austropotamobius
pallipes) o el crujiente (Vella
pseudocytisus) en los Catálogos de Especies Amenazadas de Aragón, tanto de
flora como de fauna, respectivamente.
Analizando los problemas principales
que afectan a la vida salvaje, como siempre, detrás de ellos, el ser humano. Quizás
los más graves son la fragmentación y destrucción de los hábitats, la
sobreexplotación de recursos y la mortalidad directa por caza furtiva.
A nivel global, talas ilegales o excesivas de grandes
extensiones boscosas como ocurre en el Amazonas, o grandes matanzas de rinocerontes, elefantes y focas.
Como datos a aportar, WWF España
(ADENA) cita que alrededor de 100.000 elefantes africanos fueron cazados entre
2010 y 2012 por su marfil.
A finales de Julio de 2015, la
ONU adoptó una resolución histórica mediante la cuál todos los países se
comprometen a redoblar el esfuerzo colectivo para acabar con el furtivismo y
hacer frente al lucrativo negocio del tráfico de especies. Se denomina “lucha
contra el tráfico ilícito de fauna y flora silvestres”, y fue copatrocinada por
más de 70 países, entre ellos España. (
Fuente: WWF España).
A nivel estatal, se sigue
luchando intensamente por la conservación de ciertas especies consideradas en Peligro de Extinción, como puede ser el
lince ibérico (Lynx pardina), el
águila imperial (Aquila adalberti), o el oso pardo (Ursus arctos).
De reciente actualidad, y como
caso directo en nuestro país, el emblema máximo de representatividad de la vida
salvaje, el lobo ibérico (Canis lupus
signatus); especie siempre polémica por la lucha de recursos comunes con el
hombre. A fecha de hoy, WWF España ha recogido más de 22.000 firmas que piden
su protección total y absoluta al Sur del río Duero, como se venía haciendo
hasta ahora, ya que parece ser que la Junta de Castilla y León ha autorizado la
caza de 2 ejemplares en Salamanca y 2 en Ávila, rompiendo con el modus operandi que se venía efectuando
hasta la fecha.
Es la eterna lucha que se ha
quedado latente en el ambiente cual si de onda estática se tratara. Un
auténtico cuadrilátero de boxeo, donde en un lado están los ganaderos, que
defienden a ultranza lo suyo, su ganado, y que quieren ser recompensados justa
y prontamente por las pérdidas que responsabilizan al lobo fruto de los ataques
de algunas manadas. En el otro lado el propio lobo, cazador inocente, ya que no le queda más remedio que matar para
comer, y si no encuentra individuos silvestres en su medio, no dudará en alimentarse de la carne del hombre. Entre ambos, se encuentra la administración,
que autoriza su caza en ciertas partes del territorio español y en otras lo protege;
además de que autoriza la caza de especies silvestres que constituyen la dieta natural
del lobo, como son jabalíes, ciervos, corzos, etc. Y en la última esquina del ring, las asociaciones o formaciones de
carácter ecologista o conservacionista, y que se mueven en un intervalo muy
amplio de acción, desde el radicalismo, a la tolerancia, casi siempre tratando
de encontrar el punto medio, por el bien de la especie en cuestión, y lógicamente
en Pro de su defensa, y cuyas
propuestas se van a concentrar en una gran manifestación que tendrá lugar el 13
de Marzo en Madrid en Defensa del Lobo Ibérico.
¿Cómo buscar pues una solución
justa para todos? La solución debería pasar porque no sean las personas
vinculadas a la naturaleza o el campo y que dependen directamente de sus
recursos, como agricultores y ganaderos, los que paguen el precio de la
existencia de ciertas especies silvestres, a la vez que se puedan conservar
estos hitos representativos de alto valor ecológico y cultural, como es el caso
del lobo ibérico, que tiene un papel perfectamente definido en la cadena trófica
de los ecosistemas, el de Superdepredador,
lugar que parece ser que quiere ocupar el hombre cueste lo que cueste.
Debemos reflexionar y darnos
cuenta de que, tanto en el campo del medio ambiente, como en el resto de
aspectos que atañen a la humanidad y todo lo relacionado con ella, las posturas
radicales o extremas no suelen llevar a entendimiento ni a solución, y que ya
ha quedado latente en muchas ocasiones. Por lo tanto, no nos olvidemos de
evitar la “Sensiblería” o sentimentalismo exagerado, superficial o fingido, que
muchas veces nos impide controlar determinadas especies de flora y fauna
silvestre que pueden llegar a constituir una verdadera plaga o invasión,
causando daños tanto a las salud de las personas como a las poblaciones de
otras especies autóctonas de un determinado territorio, incluso a nuestros
propios animales domésticos.
Para ayudar a tal reflexión,
imaginemos por un momento la época del Paleolítico, pensemos en el ser humano como
una especie más, olvidemos la tecnología, los modernos avances, visualicemos la
especie humana cuando sólo se movía por su instinto de supervivencia, donde no
existía el dinero, y su misión era únicamente sobrevivir, situación que le
hacía estar en respeto constante con la naturaleza pero a la vez de lucha
continua con el resto de especies y competencia leal por los recursos, sin
entrar en su versión desleal que parece ser que llegó con el Neolítico, y que
hemos mantenido hasta la actualidad.
Puede resultar un tópico, pero
creo que toda solución a un problema medioambiental, debe pasar primero por
valorar a la especie humana como un elemento más dentro del engranaje perfecto
de la naturaleza, donde necesita al resto de plantas y animales, y otras series
de condiciones propicias para la supervivencia, sino será muy difícil recuperar
el vínculo vital con la Madre Tierra.
Oso pardo. Fotografía propiedad de Manuel Villarroya
Lobo
ibérico, emblema de la fauna española. Fotografía propiedad de Federico Llorca
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