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lunes, 7 de marzo de 2016

Día Mundial de la Vida Salvaje



El jueves, 3 de Marzo, se celebró el Día Mundial de la Vida Salvaje, y desearía aprovechar el momento para hacer una llamada a la conservación de la vida salvaje, desde el territorio donde he nacido, el que ocupo y con el que me identifico plenamente, la Provincia de Teruel, lugar de extraordinaria riqueza biológica, gracias a la existencia de auténticos paraísos naturales de masas boscosas, donde todavía se albergan los últimos reductos de algunas especies catalogadas En Peligro de Extinción, como el águila-azor perdicera (Hieraaetus fasciatus), el cangrejo de río (Austropotamobius pallipes) o el crujiente (Vella pseudocytisus) en los Catálogos de Especies Amenazadas de Aragón, tanto de flora como de fauna, respectivamente.

Analizando los problemas principales que afectan a la vida salvaje, como siempre, detrás de ellos, el ser humano. Quizás los más graves son la fragmentación y destrucción de los hábitats, la sobreexplotación de recursos y la mortalidad directa por caza furtiva.  

A nivel global,  talas ilegales o excesivas de grandes extensiones boscosas como ocurre en el Amazonas, o  grandes matanzas de rinocerontes, elefantes y focas.

Como datos a aportar, WWF España (ADENA) cita que alrededor de 100.000 elefantes africanos fueron cazados entre 2010 y 2012 por su marfil.

A finales de Julio de 2015, la ONU adoptó una resolución histórica mediante la cuál todos los países se comprometen a redoblar el esfuerzo colectivo para acabar con el furtivismo y hacer frente al lucrativo negocio del tráfico de especies. Se denomina “lucha contra el tráfico ilícito de fauna y flora silvestres”, y fue copatrocinada por más de 70 países, entre ellos España.  ( Fuente: WWF España).

A nivel estatal, se sigue luchando intensamente por la conservación de ciertas especies consideradas en Peligro de Extinción, como puede ser el lince ibérico (Lynx pardina), el águila imperial (Aquila adalberti),  o el oso pardo (Ursus arctos).


De reciente actualidad, y como caso directo en nuestro país, el emblema máximo de representatividad de la vida salvaje, el lobo ibérico (Canis lupus signatus); especie siempre polémica por la lucha de recursos comunes con el hombre. A fecha de hoy, WWF España ha recogido más de 22.000 firmas que piden su protección total y absoluta al Sur del río Duero, como se venía haciendo hasta ahora, ya que parece ser que la Junta de Castilla y León ha autorizado la caza de 2 ejemplares en Salamanca y 2 en Ávila, rompiendo con el modus operandi que se venía efectuando hasta la fecha.

Es la eterna lucha que se ha quedado latente en el ambiente cual si de onda estática se tratara. Un auténtico cuadrilátero de boxeo, donde en un lado están los ganaderos, que defienden a ultranza lo suyo, su ganado, y que quieren ser recompensados justa y prontamente por las pérdidas que responsabilizan al lobo fruto de los ataques de algunas manadas. En el otro lado el propio lobo, cazador inocente, ya que no le queda más remedio que matar para comer, y si no encuentra individuos silvestres en su medio, no dudará en alimentarse de la carne del hombre. Entre ambos, se encuentra la administración, que autoriza su caza en ciertas partes del territorio español y en otras lo protege; además de que autoriza la caza de especies silvestres que constituyen la dieta natural del lobo, como son jabalíes, ciervos, corzos, etc. Y en la última esquina del ring, las asociaciones o formaciones de carácter ecologista o conservacionista, y que se mueven en un intervalo muy amplio de acción, desde el radicalismo, a la tolerancia, casi siempre tratando de encontrar el punto medio, por el bien de la especie en cuestión, y lógicamente en Pro de su defensa, y cuyas propuestas se van a concentrar en una gran manifestación que tendrá lugar el 13 de Marzo en Madrid en Defensa del Lobo Ibérico.

¿Cómo buscar pues una solución justa para todos? La solución debería pasar porque no sean las personas vinculadas a la naturaleza o el campo y que dependen directamente de sus recursos, como agricultores y ganaderos, los que paguen el precio de la existencia de ciertas especies silvestres, a la vez que se puedan conservar estos hitos representativos de alto valor ecológico y cultural, como es el caso del lobo ibérico, que tiene un papel perfectamente definido en la cadena trófica de los ecosistemas, el de  Superdepredador, lugar que parece ser que quiere ocupar el hombre cueste lo que cueste.


Debemos reflexionar y darnos cuenta de que, tanto en el campo del medio ambiente, como en el resto de aspectos que atañen a la humanidad y todo lo relacionado con ella, las posturas radicales o extremas no suelen llevar a entendimiento ni a solución, y que ya ha quedado latente en muchas ocasiones. Por lo tanto, no nos olvidemos de evitar la “Sensiblería” o sentimentalismo exagerado, superficial o fingido, que muchas veces nos impide controlar determinadas especies de flora y fauna silvestre que pueden llegar a constituir una verdadera plaga o invasión, causando daños tanto a las salud de las personas como a las poblaciones de otras especies autóctonas de un determinado territorio, incluso a nuestros propios animales domésticos.


Para ayudar a tal reflexión, imaginemos por un momento la época del Paleolítico, pensemos en el ser humano como una especie más, olvidemos la tecnología, los modernos avances, visualicemos la especie humana cuando sólo se movía por su instinto de supervivencia, donde no existía el dinero, y su misión era únicamente sobrevivir, situación que le hacía estar en respeto constante con la naturaleza pero a la vez de lucha continua con el resto de especies y competencia leal por los recursos, sin entrar en su versión desleal que parece ser que llegó con el Neolítico, y que hemos mantenido hasta la actualidad.



Puede resultar un tópico, pero creo que toda solución a un problema medioambiental, debe pasar primero por valorar a la especie humana como un elemento más dentro del engranaje perfecto de la naturaleza, donde necesita al resto de plantas y animales, y otras series de condiciones propicias para la supervivencia, sino será muy difícil recuperar el vínculo vital con la Madre Tierra.




Oso pardo. Fotografía propiedad de Manuel Villarroya



Lobo ibérico, emblema de la fauna española. Fotografía propiedad de Federico Llorca


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