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jueves, 26 de mayo de 2016

La ruta de la Seimeira, un placer para los sentidos.

Un día completo en el valle de los Oscos da para mucho, comenzamos el día adentrándonos en el espeso bosque, un bosque con leyenda propia, un bosque que cautiva al senderista. Seguimos el curso de un río, el ría Agüeira, desde el pequeño pueblo de Pumares caminamos adentrándonos en un anciano bosque en busca de Ancadeira (pueblo deshabitado) y nuestro destino un salto de agua de más de 15 metros, "la seimeira" (Cascada).

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Al abrazarnos a uno de los castaños más viejos nos cuenta que aquellas tierras siempre estuvieron habitadas y por allí pasaban algunos personajes, así que le pedimos que nos contara alguna historia. Y nos contó la historia del desterrado...


"Hace muchos años habitaba en Santa Eulalia de Oscos, un señor para el que trabajaba un obediente criado.
 Una tarde retrasaban de una jornada de caza y se dirigían a escuchar misa, pero se les hizo un poco tarde. El señor que no quería perderse la celebración ordenó al muchacho que se adelantara galopando y diera orden al cura de retrasar la ceremonia, para que le diera tiempo a llegar. Así hizo, dando fusta a su caballo llegó a la iglesia andes de iniciar la misa. Le dijo al cura que aguardase, que su amo estaba en camino, que no tardaría mucho en llegar y que tenía mucho interés en oír la misa. El párroco, viendo que ya estaba congregado todo el concejo, pese a las súplicas del joven se negó a retrasar la hora de inicio y comenzó la liturgia. 
Cuando llegó el señor, ya estaban abandonando todos la iglesia, pidió explicaciones a su criado y después de oír su argumento, se enfureció de tal modo que le ordenó que matase al cura o que ahí mismo mandaría matarlo a él. El criado viéndose tan acosado no vio otra solución que obedecer a su amo. Mató al cura con la esperanza de que no le prendieran, pero su mismo amo le delató. La pena que le correspondía al joven era morir en la horca.
Por aquellos tiempos, se daba la circunstancia de que, todos los vecinos de Santa Eulalia excepto nueve pertenecían a la nobleza. Una disposición real otorgaba el título de hidalguía a todos aquellos habitantes que fuesen autosuficientes, o lo que es lo mismo aquellos que no necesitarán trabajar para nadie. Como quiera que en los Oscos casi todas las caserías producían todo aquello qué necesitaban para vivir, a muchos de sus vecinos se les dio el título de hidalgos. Estos hidalgos no poseían riqueza y trabajaban de sol a sol para sobrevivir, pero tenían título.
Llegado el día del ajusticiamiento se congregó casi todo el concejo. A la hora de levantar la horca, como los nobles no podían ejercer de verdugos no había brazos suficientes capaces de levantarla. Hubo que cambiar la sentencia del criado y, librado de la ejecución se le desterró de por vida a sitio donde no oyera "carro pinchar", "galo cantar" ni "campa sonar". Por aquel entonces poca gente se aventuraba ir más allá de la aldea de Ancandeira y aquí lo confinaron. Desde entonces este valle se conoce con el Valle del Desterrado"
Después de unos 4 agradables kilómetros llegamos a la "Seimeira", junto al río, entre alisos, sauces y avellanos que se disputan el suelo y la luz entre grades y viejos  robles y castaños, la castaña fue durante mucho tiempo el alimento principal de los pobladores de estas tierras y así quedan las huellas manifiestas en algunas de las construcciones que asoman en el territorio.


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