La presencia humana en la Murta aparece en tiempos
prehistóricos. El asentamiento más antiguo que se conoce se sitúa entre los
siglos XI-XII a.d.C Se trata de un poblado amurallado ubicado arriba de un
turón, en la Urbanización Sant Bernat.
Según una antigua tradición recogida por el padre Juan
Bautista Morera, monje que perteneció a la orden de los Jerónimos del Monasterio de la Murta, en
el siglo VI ya había aquí un convento de monjes en el cual vivió y murió San
Donato, que fue enterrado en el Valle, y en confundir sus cenizas con las
tierras de la Murta la tradición asegura que fue santificado el lugar “y se
hicieron mucho milagros”, causa por la cual el valle fue nombrado “Valle de los
Milagros”. Más adelante, el topónimo fue evolucionando a “valle de Miralles”.
No se sabe nada del monasterio que hubo durante la
monarquía goda.
Como consecuencia de la dominación musulmana el rey
Jaime I hizo el repartimiento de tierras y casas del término entre los
caballeros y los nobles, y el valle de los Milagros fue asignado a uno de
aquellos caballeros, que tenía como apellido Serra.
Este caballero dedicó parte de sus tierras al cultivo,
otra parte al pasturaje, y otras como montañas que eran, tuvieron como destino
la vegetación de pinos, carrascas, algarrobos y matorrales. En estas tierras
montañosas se instalaron gradualmente ermitaños que dedicaban su vida a la contemplación divina.
Cuando transcurrieron 114 años desde la Reconquista,
un sucesor de aquel caballero
Serra, llamado Andreu, concedió sus
dominios de forma gratuita a los ermitaños que se habían instalado allí, a
cambio de oraciones para la salvación de su alma. Se supone que, la imagen de
la Santísima Virgen protectora del valle había sido encontrada ya por los
ermitaños debajo de una grandísima planta de murta, según cuenta la tradición.
Se trataba de una escultura de arcilla cocida, que era
la misma que veneraban los primeros monjes y que escondieron enterrándola
cuando huían por la llegada de los primeros invasores musulmanes, con la
esperanza que algún día sería encontrada
y respetada; así ocurrió en el siglo XIV.
El encuentro de la Sagrada Imagen motivó a los
ermitaños de la Murta a la veneración de laMare
de Déu.
Se sabe que mucho antes de 1350 en distintas partes de nuestro territorio se levantaron
escuadras de ermitaños que se albergaban en cuevas, que se encontraban
diseminadas entre el valle y las montañas que lo rodeaban formando un cordón.
Llegaron a ser once; entre las principales, la Santísima Virgen, San Jerónimo y
San Miquel. El emplazamiento de aquellas
fue el mismo lugar donde más tarde se
levantaría el Monasterio. A pesar de ser estas tres las ermitas principales
del valle, siempre destacó la dedicada a Santa Maria de la Murta, levantada
para venerar la Santísima Virgen y para resguardar la imagen encontrada.
Una vez los ermitaños aceptaron la donación que Arnau
Serra les hizo de sus dominios, la mayoría de ellos acordaron trasladarse al
monasterio de la Plana de Xàbia, para profesar como monjes hijos del Padre San
Jerónimo. Posteriormente solicitaron el
permiso para la creación de un monasterio en el Valle de la Murta,
construcción que con carácter modesto fue iniciada en el 1401.
Los primeros años de la comunidad fueron duros y
difíciles. La obra se acabó después de haber pasado por momentos de gran
dificultad. Más tarde, el monasterio fue reformado en diversas etapas y resultó
ser el más atractivo de estos alrededores.
El atractivo que producía el valle y su monasterio,
bien por el clima, el aroma de las plantas o bien por el sosiego y la
tranquilidad que reinaba, originó que fuera visitado por gran cantidad de
peregrinos que llegaban de todos los sitios.
Entre los personajes ilustres que visitaron el monasterio distinguiremos
San Vicente Ferrer.
El rey Felipe II llegó al lugar el año 1586,
acompañado por dos de sus hijos, e inauguró a su paso el puente de piedra que
se acababa de construir para la ocasión.
Otros personajes ligados a la dinámica del monasterio
fueron Gilabert Martí, que acabó tomando el hábito de San Jerónimo y
brindándose a la paz de Dios en el Valle de la Murta.
Luís de Vich, virrey de Mallorca, huyendo de la peste
que invadió Valencia, se refugió en el monasterio acompañado de su mujer y fue
en el albergue de este monasterio donde nació su hijo Juan Vich y Manrique de
Larra. El neófito seguiría con el tiempo
las directrices de la orden de San Jerónimo.
El Paje de Felipe II, y guarda joyas de Felipe III,
Dídac de Vich, señor de Llaurí, renunció al lujo cortesano, se retiró al
monasterio como monje llevándose sus nombrosas riquezas artísticas y legando
sus fincas al monasterio.
Aun así, el monasterio de Santa Maria de la Murta no
podía subsistir a perpetuidad. Así, el 1 de octubre de 1820, las Cortes
Constitucionales decretaron la Ley de Supresión de Monasterios, que fue
sancionada por Ferran VII el mismo mes, por la cual cosa nuestro monasterio
dejó de tener vida legal. En noviembre del mismo año, el padre prior entregó
las llaves del cenobio al Ayuntamiento de la villa. Este se quedó en propiedad
la sagrada imagen de Nuestra Señora, que fue trasladada a la capilla del
sagrario de la iglesia de Santa Catalina en Alzira.
El monasterio pasó a manos privadas y poco después se
produjo la expoliación de sus bienes. En 1936 los religiosos residentes en
Alzira, con motivo de la Guerra Civil, fueron expulsados y los templos quemados. Por eso la imagen de
santa Maria de la Murta fue consumida por el fuego.
Formando parte del programa de festejos que la
ciudad lleva a cabo anualmente en honor
de los Santos Patronos Bernat, Maria y Gràcia, en el año 1954, en las ruinas
del monasterio, tubo lugar la bendición de una imagen de N. Sra. de la Murta,
que un grupo de alzireños amantes de la Santísima Virgen consiguieron que fuera
esculpida con tanto acierto que se dice
que si se pudiera confrontar las dos
imágenes no podría distinguir cual es la real.
Después de quedarse esta imagen es una de las capillas
laterales de la iglesia Santa Catalina
de Alzira, N. Sra. de la Murta pasó de nuevo a ocupar un lugar de honor en la
capilla del Sagrario. Alrededor de esto, el grupo de alzireños promotores de la
reproducción de la imagen de la virgen constituyó la Real Cofradía de N. Sra.
de la Murta, que organiza fiestas anuales en honor suyo. Por eso, durante el
mes de junio cada año tiene lugar una romería a las ruinas del monasterio, en
que se hacen oficios religiosos por la mañana y por la tarde.
En el año 1989, el Ayuntamiento de Alzira adquirió la
Murta por compra, y es desde ese momento público de acceso controlado. Aun así,
antes de que la finca pasara al patrimonio municipal, el Ayuntamiento y el
Arzobispado de Valencia mantuvieron una puja por la compra de los terrenos.
Incluso, se barajó la posibilidad que los dos pudieran compartir el valle.
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