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jueves, 22 de diciembre de 2016

INFLUENCIA DEL HOMBRE EN EL MONASTERIO

La presencia humana en la Murta aparece en tiempos prehistóricos. El asentamiento más antiguo que se conoce se sitúa entre los siglos XI-XII a.d.C Se trata de un poblado amurallado ubicado arriba de un turón, en la Urbanización Sant Bernat.

Según una antigua tradición recogida por el padre Juan Bautista Morera, monje que perteneció a la orden de  los Jerónimos del Monasterio de la Murta, en el siglo VI ya había aquí un convento de monjes en el cual vivió y murió San Donato, que fue enterrado en el Valle, y en confundir sus cenizas con las tierras de la Murta la tradición asegura que fue santificado el lugar “y se hicieron mucho milagros”, causa por la cual el valle fue nombrado “Valle de los Milagros”. Más adelante, el topónimo fue evolucionando a “valle de Miralles”.

No se sabe nada del monasterio que hubo durante la monarquía goda.

Como consecuencia de la dominación musulmana el rey Jaime I hizo el repartimiento de tierras y casas del término entre los caballeros y los nobles, y el valle de los Milagros fue asignado a uno de aquellos caballeros, que tenía como apellido Serra.

Este caballero dedicó parte de sus tierras al cultivo, otra parte al pasturaje, y otras como montañas que eran, tuvieron como destino la vegetación de pinos, carrascas, algarrobos y matorrales. En estas tierras montañosas se instalaron gradualmente ermitaños que dedicaban su vida  a la contemplación divina.

Cuando transcurrieron 114 años desde la Reconquista, un sucesor  de aquel caballero Serra,  llamado Andreu, concedió sus dominios de forma gratuita a los ermitaños que se habían instalado allí, a cambio de oraciones para la salvación de su alma. Se supone que, la imagen de la Santísima Virgen protectora del valle había sido encontrada ya por los ermitaños debajo de una grandísima planta de murta, según cuenta la tradición.

Se trataba de una escultura de arcilla cocida, que era la misma que veneraban los primeros monjes y que escondieron enterrándola cuando huían por la llegada de los primeros invasores musulmanes, con la esperanza que algún día sería encontrada  y respetada; así ocurrió en el siglo XIV.

El encuentro de la Sagrada Imagen motivó a los ermitaños de la Murta a la veneración de laMare de Déu.

Se sabe que mucho antes de 1350 en distintas  partes de nuestro territorio se levantaron escuadras de ermitaños que se albergaban en cuevas, que se encontraban diseminadas entre el valle y las montañas que lo rodeaban formando un cordón. Llegaron a ser once; entre las principales, la Santísima Virgen, San Jerónimo y San Miquel. El emplazamiento de aquellas  fue el mismo lugar donde más tarde se  levantaría el Monasterio. A pesar de ser estas tres las ermitas principales del valle, siempre destacó la dedicada a Santa Maria de la Murta, levantada para venerar la Santísima Virgen y para resguardar la imagen encontrada.

Una vez los ermitaños aceptaron la donación que Arnau Serra les hizo de sus dominios, la mayoría de ellos acordaron trasladarse al monasterio de la Plana de Xàbia, para profesar como monjes hijos del Padre San Jerónimo. Posteriormente solicitaron el  permiso para la creación de un monasterio en el Valle de la Murta, construcción que con carácter modesto fue iniciada en el 1401.

Los primeros años de la comunidad fueron duros y difíciles. La obra se acabó después de haber pasado por momentos de gran dificultad. Más tarde, el monasterio fue reformado en diversas etapas y resultó ser el más atractivo de estos alrededores.

El atractivo que producía el valle y su monasterio, bien por el clima, el aroma de las plantas o bien por el sosiego y la tranquilidad que reinaba, originó que fuera visitado por gran cantidad de peregrinos que llegaban de todos los sitios.

Entre los personajes ilustres  que visitaron el monasterio distinguiremos San Vicente Ferrer.

El rey Felipe II llegó al lugar el año 1586, acompañado por dos de sus hijos, e inauguró a su paso el puente de piedra que se acababa de construir para la ocasión.

Otros personajes ligados a la dinámica del monasterio fueron Gilabert Martí, que acabó tomando el hábito de San Jerónimo y brindándose a la paz de Dios en el Valle de la Murta.

Luís de Vich, virrey de Mallorca, huyendo de la peste que invadió Valencia, se refugió en el monasterio acompañado de su mujer y fue en el albergue de este monasterio donde nació su hijo Juan Vich y Manrique de Larra. El  neófito seguiría con el tiempo las directrices de la orden de San Jerónimo.

El Paje de Felipe II, y guarda joyas de Felipe III, Dídac de Vich, señor de Llaurí, renunció al lujo cortesano, se retiró al monasterio como monje llevándose sus nombrosas riquezas artísticas y legando sus fincas al monasterio.

Aun así, el monasterio de Santa Maria de la Murta no podía subsistir a perpetuidad. Así, el 1 de octubre de 1820, las Cortes Constitucionales decretaron la Ley de Supresión de Monasterios, que fue sancionada por Ferran VII el mismo mes, por la cual cosa nuestro monasterio dejó de tener vida legal. En noviembre del mismo año, el padre prior entregó las llaves del cenobio al Ayuntamiento de la villa. Este se quedó en propiedad la sagrada imagen de Nuestra Señora, que fue trasladada a la capilla del sagrario de la iglesia de Santa Catalina en Alzira.

El monasterio pasó a manos privadas y poco después se produjo la expoliación de sus bienes. En 1936 los religiosos residentes en Alzira, con motivo de la Guerra Civil, fueron expulsados  y los templos quemados. Por eso la imagen de santa Maria de la Murta fue consumida por el fuego.

Formando parte del programa de festejos que la ciudad  lleva a cabo anualmente en honor de los Santos Patronos Bernat, Maria y Gràcia, en el año 1954, en las ruinas del monasterio, tubo lugar la bendición de una imagen de N. Sra. de la Murta, que un grupo de alzireños amantes de la Santísima Virgen consiguieron que fuera esculpida con tanto acierto que se dice  que si se pudiera confrontar las dos  imágenes no podría distinguir cual es la real.

Después de quedarse esta imagen es una de las capillas laterales  de la iglesia Santa Catalina de Alzira, N. Sra. de la Murta pasó de nuevo a ocupar un lugar de honor en la capilla del Sagrario. Alrededor de esto, el grupo de alzireños promotores de la reproducción de la imagen de la virgen constituyó la Real Cofradía de N. Sra. de la Murta, que organiza fiestas anuales en honor suyo. Por eso, durante el mes de junio cada año tiene lugar una romería a las ruinas del monasterio, en que se hacen oficios religiosos por la mañana y por la tarde.

En el año 1989, el Ayuntamiento de Alzira adquirió la Murta por compra, y es desde ese momento público de acceso controlado. Aun así, antes de que la finca pasara al patrimonio municipal, el Ayuntamiento y el Arzobispado de Valencia mantuvieron una puja por la compra de los terrenos. Incluso, se barajó la posibilidad que los dos pudieran compartir el valle.



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