Es un curioso capricho de la naturaleza, se trata de un
fenómeno que hace desaparecer las aguas de un rio en una especie de sumidero,
de unos 70 metros de diámetro y 40 de profundidad, en el que el agua
procedente de los glaciares del Aneto y la Maladeta desaparece bajo
tierra a 2.074 metros de altitud.
Forau de Aiguallut Fuente: http://www.excursionesporhuesca.es
El agua cae en abundancia en una gran cascada, para que
aguas abajo, introducirse en el “forau” (‘hueco’ o ‘agujero’, en aragonés) dejando
su caudal mucho más reducido, para formar la cabecera del río Ésera.
Cascada
de Aigualluts, próxima al forau, con el pico Aneto al fondo.
Fuente:
http://www.excursionesporhuesca.es
Durante años se desconocía a dónde iban a parar esas aguas, Ramond
de Carbonnières, uno de los primeros exploradores científicos del Pirineo,
aventuró a finales del siglo XVIII que las aguas que se iban del Forau podrían
acabar siendo la principal fuente del Garona.
El recorrido del agua fue un auténtico misterio hasta que en
1931, el espeleólogo Norbert Casteret pudo confirmar que las aguas circulaban subterráneamente
durante cuatro kilómetros hasta salir de nuevo a la superficie en el valle
de Arán (Lleida), en la zona conocida como Uelhs deth Joeu (Ojos del judío, en
aranés), a 1.658 metros de altitud, con el sencillo método de arrojar al agua
un colorante (fluoresceína). De esta forma, unas aguas que debían desembocar, a
través del río Ésera, en el Mediterráneo; terminan desembocando en el
Atlántico, a través del cauce del río Garona.
Norbert Casteret, un espeleólogo que dedicó toda su vida a
la exploración de cavernas, cuevas y ríos subterráneos, echo seis barriles
de colorante, fluoresceína, en las aguas del Forau y unas horas más tarde, la
fluoresceína dejaba ver su característico color verde al llegar al valle de
Arán.
Casteret y sus acompañantes con los barriles de fluoresceína. Fuente: www.norbertcaseret.net
“En el curso de los años de
estudio que he consagrado al problema del nacimiento del Garona, he estado
secundado por mis seres queridos, a quienes debo toda mi gratitud por su
colaboración preciosa y devota: al Doctor Martial Casteret, mi hermano pequeño,
que pagó con su vida el audaz reconocimiento del pico norte del Col de Toro; a
mi madre y a mi mujer, dos montañeras de instinto, optimistas, duras y
enérgicas, que han dotado de razón a las jornadas más penosas y las carreras
más arriesgadas”.
Norbert Casteret.
No hay comentarios:
Publicar un comentario