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domingo, 2 de noviembre de 2014

¡ AQUÍ HAY MINERAL !





El tiempo invita a darnos una escapada por el monte. Me he levantado a las 10:00 de la mañana con ganas de subir hasta las Minas de Amezketa. Es la primera vez que voy y siento que va a ser una experiencia muy agradable. No me imagino como será aquello, ni lo que me voy a encontrar por el camino, y esto todavía me gusta más. Cojo el coche y me dirijo a Amezketa, allí pregunto en el primer bar que encuentro, como se va a minas. La etxekoandre no lo sabe pero acaba de entrar un hombre con su hijo y me dice así: “pasas la iglesia por la izquierda y la segunda a la derecha, ahí es. Fijate que en la seña ponga Aralar”.

Perfecto, creo que lo he entendido bien. Asi que ahí voy, efectivamente, veo el cartel de Aralar y me meto. Llego a un caserío y ahí pierdo la pista, me paro pero no hay nadie en él, así que por intuición sigo un camino por la derecha de dicho caserío y llego a un cruce donde hay algunos coches aparcados a los lados. Me paro y aparco. Veo un cartel señalizando las minas, bien! Oigo un ruido. Son unas motos de monte; le hago una señal para que se pare y le pregunto si voy a minas por aquí y me dice que sí, le doi las gracias y empiezo a caminar. 

Señal que dirige hacia las minas (hacia la izquierda)








Desde los primeros pasos “huele” a minas, unos gruesos cables utilizados para cargar con los minerales me dicen que voy en buena dirección. Es una caminata agradable hasta que llego a un cruce. Se ve un camino cementado que viene de abajo, y justo más abajo un parking. Podría haber aparcado ahí y haberme quitado una buena caminata pero no hubiera visto los cables. Un poco más adelante veo un puente (ya me lo dijo el motorista) y lo atravieso. Ahora ya no tengo pérdida, todo es subir.
 





A mi izquierda diviso un lugar de anidamiento de Buitres Leonados. Poco a poco voy cogiendo altura y el paisaje coge visos de ser espectacular.

Buitre Leonado antes de comenzar el vuelo


Pared de nidada del Buitre, vista desde el camino

El camino es empinado en todo el recorrido, la pendiente es notable y es recomendable que el paso sea lento. Al principio la espesura forestal no me deja ver el paisaje, pero al poco rato empiezo a ver alguna cumbre a cierta distancia y con ello los primeros cables aereos junto con sus torres.


Vagón oxidado
  
Torreta que guía el cableado

 A mi derecha y acompañandome en todo el recorrido, la regata de Arritzaga, con sus aguas limpias y verdosas.





















Me estoy acercando, un pequeño giro y puedo ver las minas.


Cargadero



De las bocaminas situadas en la parte superior, llegaba el mineral al cargadero (imagen superior) en vagonetas, y de aquí bajaba a su vez hacia Amezketa mediante un sistema de cableado y poleas.


Lavadero del mineral


Sistema de poleas



Pascual Madoz en su Diccionario (1845-1850) dibuja el panorama industrial de la villa hasta mediados del siglo XX:
         “ La industria cuenta con dos buenas ferrerías; una fábrica de papel de estraza y varios molinos harineros; las minas de cobre, que hasta el año 1794 se explotaban en su monte, ocupaban muchos brazos destinados hoy al pastoreo”

Jesús Elósegui Irazusta, en su minucioso estudio sobre las minas de Aralar, deja patente la importancia de aquella empresa:
         “ Arritzaga-ko mina ha sido una interesante realización económico social, tanto más meritoria, por cuanto se desarrollo en la zona alta de Guipúzcoa (por encima de los 800 m.s.n.m) luchando constantemente con dificultades meteorológicas y naturales”.

Para hacernos una idea de las dimensiones de las explotaciones mineras de Aralar, bástenos subrayar que disponía de capilla, dos tabernas y hasta de cirujano. El sacerdote Joachim de Armendáriz a mediados del siglo XVIII fue el responsable de la salud espiritual de los mineros. A su cargo estaba la capilla de Santa Rosa. Las minas contaban asimismo con los servicios de un cirujano. Este término no tiene en el presente el mismo significado que en el siglo XVII y XVIII. Eran los antiguos practicantes. Carecían del nivel de los médicos, pero hacían de todo: curar heridas, asistir en los partos, practicar la cirugía menor, realizar sangrías…Suplían al médico titular cuando el caso lo requería. Además, estaban obligados a tener una barbería y de rasurar gratis. Una ley de 1857 suprimió la enseñanza de la cirugía. Con la desaparición del cirujano surge la figura del practicante.

En la segunda mitad del siglo XVIII estaba extendida la fama de las minas de Arritzaga. En su libro Diario de viaje a España: 1799-1800 Wilhelm Freicher von Humboldt, lingüista y político prusiano, dice:
         “Próximamente a mitad de camino hay un monte alto (parece que está refiriéndose a Descarga) sobre el que zigzaguea la muy hermosa calzada. Desde la altura superior se ven detrás y delante bellos montes; hacia atrás la cordillera Lar en la que en Ralleras hay ricas minas de cobre”.

Parece que en esta cita Lar equivale a Aralar y Ralleras Humboldt se refiere a Arritzaga.

El mayor esfuerzo para la explotación minera fue realizado por el vizcaíno Juan Tomás Rentaría y Achabal, nacido en Elantxobe en 1863. Aunque capitán de marina, como habían sido sus antepasados en nueve generaciones, tenía una manifiesta pasión por la minería. Adquirió, en compañía de otros socios los derechos de explotación a finales del S.XIX. También desplegó actividad en Zamora, Almería, Aragón, Baranbio (Araba), etc. Pero él estaba esperanzado con Aralar y compró las acciones de sus socios. Más tarde,la explotación recaerá sobre su hijo.

Presencia alemana

Con motivo de la última Guerra Civil (1936-1939) Hitler ofreció mucha ayuda al general Franco (aviones, armas, munición…), pero no fue ayuda desinteresada. Hitler deseaba contar con materiales como hierro, pirita, wolframio, cobre, etc. Los alemanes vinieron a ver la mina in-situ y después de hacer algunas prospecciones dijeron que lo dejaban por sus pobres resultados. En 1938 un tal Jáuregui, de Alegría, dueño de una explotación minera de plomo en Legorreta dice lo siguiente:

-         “No les creas nada. Puedo garantizarte que han cortado el filón en una buena potencia. Sé de buena tinta, puesto que uno de mis ayudantes ha colaborado con los dos técnicos alemanes”

Nuevos intentos

La vuelta a la actividad en los cincuenta supuso una pequeña revolución económica en Amezketa. Algunos jóvenes obtuvieron trabajo, el comercio se animó, algunas familias se encargaron del transporte de género al monte…La mayoría de los trabajadores eran gente proveniente de otras latitudes, especialmente de origen gallego. Todos ellos aprendieron las nociones básicas del euskera, pero pocos pasaron del “neska polita” (chica bonita) o “etorri etorri” (ven ven). Margarita de Goñi, que durante un tiempo se encargó de subir al monte suministros para la despensa de la mina, suele afirmar que muchos de los mineros aumentaron de peso y cambiaron de color.

Hubo varios intentos que los propios amezketarras llevaron a cabo en la busqueda de mineral en Aralar. Agunos de ellos veían en no pocos puntos fragmentos de plomo. Así pués, un ingeniero les concedió autorización para iniciar los trabajos de explotación y contaban también con permisos para disponer de munición. Los resultados nunca estuvieron a la altura de las ilusiones y sus instrumentos una espoleta, un martillo y poco más. A los tres meses de duro trabajo y apenas fruto decidieron poner punto final a su aventura.

En Honor a la verdad era fácil recoger muestras de mineral por doquier, hasta el punto que en una ocasión llamaron a un benedictino de Lazkano que tenía poderes especiales para vaticinar dónde había mineral o no. Su investigación se llevó a cabo en las proximidades de Unanbide. Sacó su reloj de bolsillo, y fue recorriendo algunos puntos de la pradera. En uno de ellos el reloj empezó a moverse. Dijo el benedictino:

-         ¡Aquí hay mineral!

El terreno no era el más apropiado para lanzar una afirmación de tal calibre. No había a la vista ninguna roca sino una capa de buena tierra. Bartolomé Etxeberria (uno de los dos amezketarras que intentaron buscar mineral sin resultado), que estaba presenciando aquellas peripecias, escéptico ante la capacidad del religioso, no paraba de decir:

-         Sí, el reloj se mueve por la acción del fraile. El movimiento lo provoca él mismo.

Días más tarde, pudieron comprobar que, en efecto, había mineral de plomo allá donde el religioso había vaticinado su existencia.

Bibliografía: Libro "Amezketa: largo y tortuoso camino", de Jose María Otermin.




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