vista desde "la serreta del Rafol" |
En la parte oriental del Paraje
Protegido del Benicadell encontramos dos municipios Rafol de Salem y
Salem.
El Ráfol de Salem se encuentra a las
faldas del Benicadell. Desde este se extiende un brazo de roca, hasta
la población denominando este monte La “Serreta del Ráfol”
donde predomina la piedra blanca, gris calcárea. Por los lados brota
en superficie un nivel subyacente de terreno donde se encuentra la
arcilla. Gracias a la arcilla se fundó este municipio hace muchos
siglos y parte de su nombre, Ráfol se debe a que fue una originaria
minúscula alquería de musulmanes y lo nombraron Raff al-Gïbz, “el
obrador de arcilla” (Rafalgeps en documentos medievales). Gracias a
este tipo de tierra se justificó la presencia y asentamiento de
pobladores en tiempos de Al-Andalus, era la alfarería, la manufactura
de ladrillos, barreños y jarras de arcilla, las actividades principales de esta alqueria. Entre los siglos XIV-XIX
se encontraba dentro de la señoría feudal de la Hoya de Salem,
linaje de los Bellvis, comprendía también los pueblos de Salem y
Beniatjar, por lo que se añadió “de Salem”.
Después del año 1.609 fue repoblado
por cuarenta familia de colonos, los cuales se dedicaban por
excelencia a trabajar el campo para obtener aceite de oliva, vino de
secano y además la obtención de seda de los gusanos, alimentados
con hojas de morera. Además de trabajar las tejas, ladrillos,
barreños y jarras.
Muchos años han pasado pero hoy en día, en el Ràfol de Salem aún persisten estas actividades actualizadas a
nuestros tiempos, siendo la economía actual la agricultura y las
fábricas de ladrillos.
En Salem, fueron también los
musulmanes los que desarrollaron la agricultura y el poblamiento de
la Hoya de Salem. Durante los siglos XV-XVI, bajo el dominio feudal
de los Bellvís, el pueblo evolucionó dedicándose a la producción
de aceite de oliva, a la ganadería llanera para los traperos de
comarcas vecinas, entre todos poseían más de 1.000 cabezas de
ganado.
Con el tiempo y después de la
expulsión de los moriscos, los procuradores del noble Luís Sabata
de Calatayud, conde de Real y barón de la hoya de Salem, se
dedicaron varias semanas a buscar pobladores, repartirles casas y
tierra, además de negociar con ellos la firma de la carta pobla (19
de julio del 1611).
En el último tercio de siglo XIX y la
primera del XX, la artesanía alpargatera daría salida a la difícil
situación laboral de muchos vecinos. Gracias a la Guerra Civil y la
demanda de calzado para el ejército republicano, la fábrica de los
hermanos Alborch sería objeto de un gran empuje productivo. Se
pasaría así rápidamente de la manufactura alpargatera a la
industria del zapado, consolidada a partir del 1950. En la segunda
mitad del siglo XX Salem sería uno de los pueblos más
industrializados de la Vall d’Albaida. Donde vecinos del municipio
y de alrededor, atraídos por la oferta de trabajo de los hermanos
Alborch y de otras empresas familiares de calzado y otras ramas.
La crisis industrial de las últimas
décadas, ha llevado a la reconversión con la instalación, en el
término municipal de una gran factoría de aguas minerales y
refrescos, llamada “Font Salem”.
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