Diario de un
Peregrino Primitivo X
(O Cádavo - Lugo;
31kms)
Lucus Augusti,
Lugo, es la Capital del Camino Primitivo. Oviedo-Lugo-Santiago son las grandes
ciudades que tenemos oportunidad de visitar. Aunque cada una con su encanto
particular, ésta me merece un especial interés por un elemento patrimonial que
ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Sí, me refiero espectacular
muralla.
Este impresionante
muro digno de visitar fue erigido por los romanos hace aproximadamente 2000 años.
Más de 2100 metros encierran el casco antiguo entre muros rocas de entre 4 y 7
metros de grosos.
Cuando el Peregrino
llegaba a la ciudad quedaba impresionado ante la opulencia de dichas paredes.
Hoy en día, aunque el impacto es más estético, resulta casi tan admirable.
La mañana es la más
fría hasta la fecha. El raso de la noche da paso a mañanas de una humedad
penetrante.
La niebla levita
sobre los campos. Algún rayo de sol consigue colarse anunciando el buen tiempo.
El camino es largo,
pero el entumecimiento de los primeros pasos relentiza la marcha.
Una cierva y su cría
nos salen cautelosas al paso. Pocos segundos después desaparecen brincando
entre la vegetación.
Los kilómetros se
suceden en suaves pendientes que recorren las tierras gallegas.
El Camino Primitivo
comienza a coger impulso. Pasamos junto a una estupenda área de descanso. Han
habilitado un techado de madera donde disponemos de fregadero, microondas y
horno, mesas y sillas sin necesidad de consumir. Además, máquinas expendedoras
de bebidas, aperitivos, bocatas, platos precocinados y hasta recuerdos. Todo a
muy buen precio. La gente de la zona comienza a ver el potencial de esta
variante.
Unos kilómetros más
adelante encontramos otra que, aunque mucho más rústica, tiene futbolín, fruta
y hamacas. Una hamaca en el Camino es muy tentadora así que nos detuvimos a
comer.
Los últimos kilómetros
resultan agotadores. El cansancio acumulado es una lastra que pesa en nuestras
botas cómo el barro de sus suelas.
El caos de la
ciudad, que aunque tranquila, está perturbando nuestra serenidad y nos invita a
salir huyendo. De vuelta al monte, al camino.
Todo cambia al
cruzar la Puerta Toledana. Los gruesos muros defensivos aparcan el tráfico
rodado en el exterior. El ambiente es vivo, de júbilo. La gente camina de un
lugar para otro, conversando, comprando en los negocios. El centro exhibe su
salud en una estampa Dickensniana, mil detalles que configuran la ciudad.
El hospitalero, un
señor que bien podría pasar por enterrador, nos atiende y nos indica las
estrictas normas del albergue. Las "instrucciones" las encuentro bajo
la litera de arriba de mi cama: "si quieres salir hasta la hora que te de
la gana, deja abierta una ventana, luego solo tienes que empujar". Así que
con esas nos vamos a cenar.
El paseo nocturno
por la ciudad nos sorprende con una espesísima niebla que la envuelve en un
halo de misterio y belleza.
Y con esta sensación,
en la que las nubes velan los edificios y nos trasladan a su momento de
esplendor, nos despedimos de esta magnífica ciudad.
***
Por largo que sea
el camino...
.Jose Alemany
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