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martes, 21 de enero de 2020

El zorro, maese raposo




            Como no podría ser de otra manera yo también estoy presente en este Paisaje Natural Protegido. Por todos son conocidas nuestras características que nos aventajan sobre otras especies; nuestra capacidad de adaptación, ya que somos capaces de habitar multitud de ambientes, más o menos antropizados, somos estupendos cazadores, oportunistas y también es conocida nuestra astucia.

               


   En una ocasión recuerdo que mi padre me contó la astucia demostrada por mi abuelo para salir airoso de una situación bien comprometida.


 Esto sucedió en la conocida como Casa de la Foradá. Mi abuelo era uno de los zorros mas avispados de todo el Paisaje Protegido y le encontró la “maña” a colarse en el corral de gallinas que tenia la familia que allí vivía durante todo el año, con su rebaño de cabras, sus cultivos de almendro, oliva y algunos frutales y sus gallinas y palomos que eran, sobre todo las primeras, las que mas le interesaban a mi abuelo.

            
      El corral consistía en un recinto sin tejado en su mayor superficie y de paredes construidas en piedra con una puerta que usaban ellos para entrar. El azar había dejado una viga de madera apoyada en la pared a media altura, por lo que mi abuelo aprendió a trepar por la cara externa más baja del muro, saltar directamente al interior del corral, cazar una gallinita y aprovechando dicha viga ganar altura para en otro salto alcanzar la parte superior del muro airosamente con su presa.

    

         Resultó que el padre de aquella familia era también bastante listo, e intuyó que era a través de aquella viga por la que se valía mi abuelo para poder salir del corral, así que le cambió ligeramente el apoyo para que al recibir algo de carga venciese quedando totalmente tumbada. Lo que sucedió la siguiente noche es lo que le valió a mi abuelo para demostrar definitivamente que era el zorro más astuto del lugar.

    



       
Como de costumbre, esa misma noche, mi abuelo se encaramaba al muro del corral y de un ágil salto accedía a su interior, tranquilamente escogió la gallina que aquella noche iba a ser la cena de toda la familia zorruna, y cuando se dispuso a subir por la viga … a poco apoyó las patas delanteras esta de desplomó sobre el suelo, convirtiendo así el corral en un recinto sin ningún flanco débil, y que tampoco ofrecía posibilidad alguna para trepar y escapar. 



Tras muchos intentos sin éxito llegó el día y comenzó a escuchar los sonidos de la familia poniéndose en marcha aquella jornada. Escucho un sonido tras la puerta y descubrió asustado que el padre de familia entraba al corral con una notable cara de enfado. Tras entrar y cerrar la puerta sin darle opción a poder escapar por aquella salida natural le dijo: “hombre a ti tenia yo ganas de verte” acto seguido se agachaba para coger una barra de hierro que tenia preparada en el suelo, comentando al mismo tiempo: “ ahora te voy a apañar”, y fue en ese momento cuando mi abuelo observando su espalda  encorvada hacia el suelo, la distancia que los separaba y la proximidad de la pared, aprovechó, con una pequeña carrera, para subirse en aquel trampolín humano y desde ahí dar un fuerte impulso que le permitió alcanzar el umbral del muro y escapar a toda velocidad.

         



Desde aquel día mi abuelo fue bastante más precavido y decidió llevar bastante mas cuidado con aquella familia y no subestimar al “líder” de aquella manada humana.


" Historia real dedicada a la familia de la Casa de la Foradá, especialmente a Loli y Andrés; por su hospitalidad de siempre, su cariño y su bondad"

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