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jueves, 4 de marzo de 2021

Más madera!

Desde los tiempos remotos de la cultura Talayótica hasta aproximadamente la mitad del siglo XX, la dependencia del ser humano con el bosque fue absoluta, especialmente en lo referente al principal aprovechamiento del mismo, la madera. Ya fuera para la construcción de casas o de muebles, de embarcaciones, o para la fabricación de herramientas principalmente destinadas a la agricultura.  

También nos ha proporcionado calor en invierno y luz durante las noches.

La madera ha sido, y es, uno de los principales elementos que han configurado nuestra historia. De ella, aprendimos a hacer el carbón vegetal, que no es más que madera calentada a unos 400º-700º centígrados en ausencia de oxígeno. El resultado, es un producto que tiene el doble poder calorífico que la propia madera.  

Este proceso, se llevaba a cabo mediante hornos de carbón situados en el interior del bosque. Y eran los carboneros (y no me refiero a las aves) los encargados de realizar dicha labor.  Construían una base circular de paret seca, e iban amontonando la leña de manera ordenada y bien junta. Cubrían la última capa con barro y tierra para que la combustión fuera más lenta. Dejaban un pequeño orificio en la parte superior para echar brasas y ramas encendidas para iniciar la cocción.


                                  

                                                   Horno de cal Fotografía propia


Dependiendo de la madera utilizada, mayoritariamente de encina, pero también acebuche, lentisco o pino, se dejaba “cocinando” entre una semana y 20 días. Durante este tiempo, el carbonero debía de permanecer en el bosque, vigilando que no se encendiera el interior del horno convirtiendo el futuro carbón en cenizas. Así, que construían pequeñas cabañas al lado para poder pasar las semanas. Al terminar el proceso, dejaban enfriar el carbón, y finalmente lo transportaban con mulas al pueblo. 


                               

                                 Caseta donde vivían durante la producción de carbón


No solamente proporcionaban calor a los hogares, sino que mantenían limpio el bosque. Realizando podas, extraían árboles enfermos o debilitados y mantenían un sotobosque más limpio y despejado. Las probabilidades de grandes incendios eran menores manteniendo también un cierto control sobre plagas y enfermedades.

También encontramos los hornos de cal. De estructura y funcionamiento muy similar a los hornos de carbón y que se utilizaban para convertir la piedra calcárea, tan abundante en la isla, en cal viva, muy preciada para encalar las paredes de todas las casas, así como la propia construcción de las mismas.


                                           

                                           Horno de cal Fotografía propia 


Y aunque poco conservados por el paso del tiempo, hacen especiales los rincones por donde se esconden.

Como no, Menorca una vez mas, nos brinda ese testimonio del pasado esparcidos por todas las zonas boscosas de la isla, y nos recuerda la relación de cuidado mutuo que supimos mantener con el bosque hace ya mucho tiempo.


Pau Campàs Pongiluppi


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