Ayer, 2 de septiembre, leo en un periódico digital la muerte de una persona en la ruta
del Cares, producida por un desprendimiento y que dos días antes se tuvo que
rescatar a un escalador en las paredes del Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes. Esto me
hizo recordar la mítica frase que pronunció uno de los extranjeros pioneros en las
ascensiones a la montaña asturiana - “los cainejos (naturales del pueblo de Caín) no
mueren, se despeñan”- . Sus precarias condiciones de vida, lo escarpado de las
montañas y los pasos entre ellas, les llevaba a esa forma “natural” de morir. Muchos
pastores y pastoras morían al ir a recoger tila, por aludes o desprendimientos, al ir a
sacar un cabrito que se quedaba enriscado y no sabía salir, ya que éstos se tiran al
vacío, por lo que también se dice que la vida de un pastor vale una cabra. Una vez
fueron tres pastores a recoger a otro pastor que se había despeñado y al volver, uno
de ellos tropezó y arrastro a los otros matándose todos. En los años 70 una familia de
cuatro personas fue arrastrada por un alud, falleciendo todos.
De entre todos los cainejos, el más conocido internacionalmente fue Gregorio Perez Demaría, apodado el atrevido en su Caín natal y conocido en el mundo del alpinismo como el Cainejo.
Gregorio Pérez nace en 1853 y se dedica al pastoreo y a la caza de rebecos, hasta que estudiosos y aristócratas europeos comienzan a realizar excursiones y ascensiones por los Picos de Europa, por lo que comienza a trabajar como porteador y guía. EL geólogo alemán Guillermo Schulz es el primero que cartografía las montañas asturianas. Con sus mapas vienen detrás personas muy vinculadas a estas montañas como son: Gustav Schulz, Paul Labrouche, Conde Saint-Saud y contagiado por ellos Pedro Pidal Marques de Villaviciosa. Cuando comienza el siglo XX Gregorio Pérez “el Cainejo” ya era considerado uno de los mejores guías y escaladores de la zona teniendo en su palmarés varias de las cumbres más altas de Picos de Europa.
Pero faltaba la más espectacular de todas, un colmillo en medio de las montañas, una impresionante mole caliza de la que se decía que era imposible subir, en la que nunca se vieron en su cima a ningún rebeco y que servía de comedero a los últimos quebrantahuesos. Pedro Pidal (35 años) quería a toda costa que ningún extranjero fuera el primero en subir al Picu y por eso compró en Inglaterra la mejor cuerda de pita, trajo unas alpargatas de París (los primeros pies de gato) y contrató a Gregorio Pérez “el Cainejo” (51 años) compañero de múltiples travesías y ascensiones.
El 5 de agosto de 1904 comienzan a ascender por la que luego se llamará la vía Pidal-
Cainejo, inaugurando no solo la ascensión a ese totémico monolito sino también la
escalada en España. El Cainejo tomo la iniciativa de la escalada, y descalzo, iba
subiendo a la vez que aseguraba a su compañero, siendo el primero en llegar a la
cumbre. Para bajar, en los los tramos más complicados, el Cainejo bajaba a Pedro
Pidal y luego bajaba él.
En 1906 se da nombre a una montaña como punta gregoriana y también ese año
Gregorio Pérez es nombrado Guarda Mayor del Coto Real de caza de Picos de
Europa, creado el año anterior.
De entre todos los cainejos, el más conocido internacionalmente fue Gregorio Perez Demaría, apodado el atrevido en su Caín natal y conocido en el mundo del alpinismo como el Cainejo.
Gregorio Pérez nace en 1853 y se dedica al pastoreo y a la caza de rebecos, hasta que estudiosos y aristócratas europeos comienzan a realizar excursiones y ascensiones por los Picos de Europa, por lo que comienza a trabajar como porteador y guía. EL geólogo alemán Guillermo Schulz es el primero que cartografía las montañas asturianas. Con sus mapas vienen detrás personas muy vinculadas a estas montañas como son: Gustav Schulz, Paul Labrouche, Conde Saint-Saud y contagiado por ellos Pedro Pidal Marques de Villaviciosa. Cuando comienza el siglo XX Gregorio Pérez “el Cainejo” ya era considerado uno de los mejores guías y escaladores de la zona teniendo en su palmarés varias de las cumbres más altas de Picos de Europa.
Pero faltaba la más espectacular de todas, un colmillo en medio de las montañas, una impresionante mole caliza de la que se decía que era imposible subir, en la que nunca se vieron en su cima a ningún rebeco y que servía de comedero a los últimos quebrantahuesos. Pedro Pidal (35 años) quería a toda costa que ningún extranjero fuera el primero en subir al Picu y por eso compró en Inglaterra la mejor cuerda de pita, trajo unas alpargatas de París (los primeros pies de gato) y contrató a Gregorio Pérez “el Cainejo” (51 años) compañero de múltiples travesías y ascensiones.
Porteadores en julio de 1.892, después de ascender a Torrecerredo. A la derecha, Paul Labrouche. (El del medio descalzo). (Foto: Saint-Saud) |
Gregorio Pérez “el Cainejo” muere el 9 de julio de 1913 a consecuencia de las heridas
producidas por las cornadas de un castrón. Otra de las maneras “naturales” de morir
en esas montañas.
Por Francisco González Díaz
Por Francisco González Díaz
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