Durante años hemos
seguido con admiración a los bellísimos halcones peregrinos en las cárcavas,
cortados, cañones y riscos de nuestros campos madrileños, hace algunos años
existía el problema de los expolios de nidos por pseudo-cetreros y me
encargaron un estudio, los tiempos han cambiado de 43 parejas en 1.988 hemos
pasado a 28 parejas en Madrid, desde hace pocos lustros estas falcónidas crían
en la capital, hasta siete parejas embellecen los cielos madrileños con su
presencia.
Es fascinante
pasear por las amplias calles, la personas cada uno a su quehacer diario, lo
cierto es que las grandes urbes imponen una infranqueable barrera de ladrillo,
cemento y de hierro a la naturaleza salvaje, es difícil que los más jóvenes
puedan acercarse a las criaturas salvajes, los programas de estudio cada día más
sobrecargados, la incomprensión utilitaria de muchos padres de familia y una
sociedad quebrada va inhibiendo en el corazón del niño sus deseos de contacto
con la naturaleza. Sin embargo, en ciertas zonas de Madrid basta con levantar
la vista y en lo más alto de un edificio o un pararrayos encontraremos la
formidable silueta de esta preciosa ave de presa: el halcón peregrino (Falco peregrinus).
Es cierto que
personalmente mi mente inquisitiva y ávida de conocimiento me hace observar los
detalles de la naturaleza urbana, cómo naturalista. Pero podemos enseñar a los
jóvenes muchas cosas sobre la fauna salvaje que se acerca a nosotros y nos
regala con su presencia salvaje en el corazón de nuestra ciudad, sólo hay que
levantar la mirada.
Joaquín de Prada
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