Estas líneas son en honor a
uno de las personas más importantes de mi vida, un hombre del que he aprendido
todo lo que sé y me ha guiado para ser lo que ahora soy, EVARISTO mi
padre.
Pero no escribo esto para
que se os llenen los ojos de lágrimas, sino para contaros
todo lo que aprendí de él. Mi padre, mi héroe.
Nació en un pequeño pueblo escondido en un gran valle donde
descansa el Guadiana acompañado de encinas y robles. Un pequeño pueblo de la
provincia de Ciudad Real llamado Puebla
De Don Rodrigo.
Mi padre era el mayor de cuatro hermanos de una
familia humilde, donde el sustento económico era la agricultura y la ganadería.
Ya desde pequeño tuvo que acompañar a su padre, mi abuelo, en las tareas de
pastoreo, siembra, etc. Por una
serie de circunstancias no pudo aprovechar la oportunidad de acabar el colegio,
todo lo que él sabía lo aprendió de su entorno.
Era un hombre sabio que
aprendió a escuchar la naturaleza así como a aprovechar lo que esta le
brindaba.
Años más tarde mi abuelo abrió
un bar donde mis tías trabajaban, no tardaría en aparecer el famoso “Chaplin”, un pub que causó sensación
en el pequeño pueblo.
Era una buena fuente de
dinero pero suponía más trabajo. De día mi padre era agricultor y ganadero, por
las noches, camarero.
A pesar de las horas de
esfuerzo y cansancio también tuvo tiempo de disfrutar de la vida, era un
hermano responsable y amigo de sus amigos.
En su vida apareció una
mujer, mi madre. Nadie sabe que se le perdió por estos pueblos pero desde luego lo que encontró fue un amor
verdadero y tres hermosos hijos. Juntos comenzaron una nueva vida y se aventuraron a comprar
un pequeño rebaño de ovejas además, contaban con unos olivares, que mi abuelo
repartió años atrás. Podría decirse que juntos empezaron de cero.
Tanto mis hermanos como yo
hemos tenido una feliz infancia con nuestros padres, siempre nos ha inculcado que
en esta vida no te dan nada gratis. Desde pequeños acompañábamos a mi padre en sus tareas de
ganadero y acudíamos cada navidad a la recogida de la aceituna. Fue entonces
cuando aprendí todo lo que se del campo. Mi padre me contagió el gusanillo por
el trabajo en el medio rural.
Lo primero que mi padre
aprendió fue lo que significaba el esfuerzo, la constancia y el trabajo duro. A
pesar de verle agotado, jamás le oí quejarse. Yo no podía decepcionarle, quería
ser igual que él. Por lo que pronto
comencé a conducir el tractor, y a
coger la maquina vibradora, más adelante aprendí a podar. Lo que para otros podría ser un castigo para
mí era coser y cantar.
Según crecía mi padre iba
delegando cada vez más responsabilidad en las tareas del campo, con cariño y
paciencia me enseñó todo lo que sé.
Él se sentía muy orgulloso
de verme tan feliz haciendo todo lo que él sabía, mostraba interés y disfrutábamos
juntos del trabajo en el campo.
A día de hoy y gracias a
todo lo que aprendí de mi padre y al tesón de mi madre estoy donde estoy,
estudiando lo que más me gusta, un grado superior de Gestión Forestal.
Con todo esto pretendo
hacerle un pequeño homenaje a mi padre, aprovechando la oportunidad para contar
porque decidí tomar este camino.
Sin más preámbulos, decir
que mi vida es el campo, al igual que fue la suya. Gracias por todo papá, gracias mi héroe.
Jorge Sánchez
1º de Gestión Forestal 2015/16
Bravo.
ResponderEliminarLa cultura del esfuerzo se está perdiendo, es un echo.
No hay nada como dedicarnos a aquello que nos apasiona.
Mucha suerte en esta nueva etapa formativa, seguro estaría orgulloso.
Enhorabuena por la decisión!! Te aseguro que no te arrepentirás!! Yo terminé el curso el pasado año, vivo en Agudo y me es muy familiar todo lo que cuentas, por lo que mucha suerte!!
ResponderEliminarDaniel