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En un lugar de la mancha de cuyo nombre pronto me espero acordar, se
gestó uno de los escenarios más importantes de la literatura mundial.
Un valiente hidalgo, montado sobre su caballo Rocinante y acompañado de
su fiel escudero Sancho, recorrió la mancha lidiando con las más esperpénticas
situaciones y aventuras que se puedan describir. En una parte de su camino,
llegó a lugar donde el agua formaba grandes lagunas con saltos de agua que
hacían ensordecer a cualquiera con su tremendo ruido, característica que sirvió
a los pobladores para denominar la zona como Ruidera.
El Parque Natural de las
Lagunas de Ruidera está compuesto por el conjunto de un pantano y 15 lagunas: Laguna Blanca, Conceja,
Tomilla, Tinaja, San Pedra, Redondilla,
Lengua, Salvadora, Santo Morcillo, Batana, Colgada, Laguna del Rey, Cueva Morenilla, Coladilla y Cenagosa y todas
ellas comunicadas entre sí, ocupando una extensión de más de 30 kms. con
una superficie total de 3.772 hectáreas.
Todas las lagunas están
separadas por barreras de piedra denominadas
“travertinos”, calizas tobáceas
que actúan como una presa natural embalsando el agua, y que en otoño y
primavera, rebosa y salta en forma de
cascada o torrentera, siendo este fenómeno uno de los aspectos más interesantes
del paisaje las lagunas.
Sorprende encontrar en La Mancha llana y seca, un lugar
tan lleno de agua; patos y fochas, álamos y chopos, carrizales susurrantes y
afiladas masiegas nos producen una agradable sensación de vida. La presencia de
agua en un entorno semiárido introduce un factor que condiciona las comunidades
de animales y plantas, otorgándole una diversidad notable. El planeo del
aguilucho lagunero o el salto de un conejo agazapado en un terraplén nos
sorprende al caminar por el borde de las lagunas. La vegetación, única en su
entorno y con gran diversidad, permite descubrir en un corto espacio desde
formaciones boscosas autóctonas de coníferas, sabinas en mezcla con encinas, a
vegetación palustre que orla los humedales y praderas sumergidas de carófitos.
A nuestro querido Hidalgo ya se le comenzó a hacer larga la estancia en
las Bodas de Camacho y decidió, muy a pesar de Sancho y las comodidades que
allí le ofrecían, continuar con la aventura. Queda descrito en el Quijote su paseo
a caballo por este idílico entorno, pero no nos engañemos, como buen caballero no
estaba allí para disfrutar de los paisajes, más bien iba en busca de las
aventuras que un lugar mágico del que todos hablaban le podía ofrecer, así que
no dudó en dirigir su rumbo hacia ese embrujado lugar, La Cueva de Montesinos.
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