A primera vista, Badaia no tiene la belleza de la que gozan otros montes de nuestra geografía. Su rostro se nos presenta austero, con poca vegetación en su alargada planicie, el resto, se haya cubierto por un manto de Encinas. Es la primera impresión.
La campa de las Hadas, camino a la sierra |
Para gozar de esta sierra hay que adentrarse en ella.
Hay que salirse de los caminos y tomarlas en las sendas menos conocidas. Hay que estar dispuesto a internarse en sus escondidas entrañas y bucear en sus intrincados valles. Es entonces cuando se puede sentir la magia de esta montaña. El caminante descubrirá que no solo hay encinas, sino también robles, hayas, madroños, Acebos, tejos, enebros... Algunos de estos árboles, con dimensiones sorprendentes, son testigos mudos de la historia acaecida a sus pies. También percibirá huellas de ser humano que nos hablan de su presencia aquí desde la prehistoria, localizando dólmenes, viejas cabañas, corrales de ganado...
Si nos adentramos en el tupido bosque, podremos toparnos con un jabalí hurgando en busca de bellotas o raíces, la mirada sorprendida de un corzo que trata de pasar desapercibido, la gran variedad de flores que alegran nuestra ruta, fuentes semi ocultas que refrescan al paseante...
La orografía kárstica puede mostrar en cualquier momento alguno de sus tesoros en forma de cueva o de sima, invitando a adentrarnos en un mundo misterioso de la madre tierra, allí donde nuestros ancestros buscaban cobijo y donde las narraciones míticas hallaban el mejor marco para ubicar algún personaje legendario.
Cueva conejera en el rio |
En el horizonte de la sierra podemos ver numerosos árboles que elevan sus ramas descarnadas al cielo, fruto de las habituales batallas contra las tormentas del cielo, donde han sido bendecidos por algún fulminante rayo. Como en otros lugares de la naturaleza, para conectar vitalmente con él, es necesario ver, escuchar, sentir, contemplar.
Podemos recorrer toda la sierra, de lado a lado, y no haber degustado ninguno de sus regalos. Las prisas no son buenas consejeras.
Un buen conocimiento de las tradiciones y leyendas de esas tierras hará que seamos capaces de ver más allá de lo meramente exterior; Una cueva que fue poblada de brujas, un manantial nos seducida con sus lamías, en algunos recovecos del camino estaremos sintiendo la presencia amenazante de los bandoleros, tras la maleza podremos intuir la mirada del lobo, algunos escenarios nos hablarán de batallas históricas...
Cada paisaje cambiará al son de las estaciones. Y también, según nuestra melodía interior.
Badaia nos habla de hermanamiento de 19 pueblos, compartiendo una tierra común desde tiempo inmemorial. Como emblema de este pacto pastoril se levanta, en el alto de la sierra, la casa de juntas de Askegi.
Allí, cada 13 de junio, se renuevan los vínculos que un día nacieron al abrigo del sol y del viento de la montaña.
El ganado puede seguir pastando bajo la vara del pastor.
Un caso especial es la Encontrada en Zuia. No es un pueblo, ya está compuesta por un solo vecino, sin embargo, tiene los mismos derechos que cualquier otra localidad de la sierra.
No es fácil explicar el motivo de este derecho de la Encontrada. Según la versión, le viene de un beneficio real porque, en una ocasión, acogió en su casa-torre al rey y todo su séquito, en su paso por estas tierras.
Según cuentan otros, fue por haber saldado una deuda de la sierra a cambio de ese derecho.
También se perdían derechos, cuenta la tradición popular que, si un pueblo no se comportaba conforme a lo establecido, era expulsado de la sierra.
Los motivos para esta expulsión podían ser varios; no asistir a las juntas, no acudir a las batidas de lobos, no participar en la limpieza de los pozos de agua, no presentarse a apagar los fuegos...
*Los datos y la información para la realización de este blog la he obtenido de: Wikipedia, el libro "La Sierra Brava de Badaia" de Carlos Ortiz de Zarate y de vecinos y familiares.
*Las fotos son propias.
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