El río Júcar a su paso por la ciudad de Alzira
en una tarjeta postal de los primeros años del siglo XX.
A lo largo del curso del río y del curso de la historia, el ser humano ha aprendido a convivir con el Júcar: ha consumido sus aguas y ha utilizado su curso como senda, ha sabido aprovechar su fuerza para todo tipo de industrias, ha fertilizado los campos con él y lo ha hecho moler el cereal de su pan. Es una relación estrecha: el río condiciona el modo de la vida de los seres humanos; los seres humanos, por su parte, luchan por dominarlo y, en su empeño por domesticar la naturaleza, modifican el territorio creando nuevos paisajes.
La cultura del agua, incluyendo en
ella el conjunto de prácticas y tecnologías, se ha dado a lo largo de todo el
curso del Júcar desde la prehistoria, pero ha sido en el tramo final del río,
próximo ya a la costa mediterránea, donde esta ha presentado una mayor riqueza
y complejidad. Debido a la bonanza de su clima, suavizado por la presencia del Mediterráneo. La desviación de cursos o el mantenimiento de
infraestructuras para el riego ha tenido una recompensa generosa. Precisamente
la creación de infraestructuras cada vez de mayor envergadura comenzando con la
creación de la Acequia Real del Júcar en el siglo XIII, en plena Reconquista,
pasando por los embalses aumentados, modernizados y mejorados a lo largo de las
últimas décadas.
La tecnología que hizo posible un
regadío tradicional que fue creciendo a lo largo de los siglos tuvo que atender
a la captación del agua y a su acumulación, pero fundamentalmente tuvo que
resolver el problema de transportar y distribuir el agua desde el río hasta las
parcelas de cultivo. Acequias y norias destacan como elementos esenciales para
esta tarea.
La noria de rio permite el riego en zonas altas como sucede, por
ejemplo, en la vega que se abre una vez que el Júcar atraviesa El Picazo. La
singularidad de este ingenio tradicional,
instalado casi siempre en pequeños cauces o acequias de derivación, es que no
solo permite regar tierras más altas que el cauce sino que, para hacer ascender el agua, se utiliza
la propia fuerza del agua. La instalación de norias se solía completar con pequeñas
represas, azudes, compuertas y, por
supuesto, canalizaciones que llevarían el agua hasta el terreno preparado para
el riego.
Los canales de riego, desarrollados en la época romana, fueron mejorados durante la etapa islámica, tomando desde ese momento el nombre de acequias. De todas las acequias históricas de este río, la más significativa de todas es la Acequia Real del Júcar.
La construcción de la Acequia Real
del Júcar, permitió intensificar el regadío en el primer tramo y extenderlo notablemente
más abajo en una de las ampliaciones agrícolas más ambiciosas de la España
ilustrada.
Las consecuencias fueron muy
importantes y abarcaron desde el cambio de los cultivos, con un crecimiento
importante de la superficie destinada al arroz primero y luego a la naranja,
hasta los cambios en la propiedad de la tierra que terminarían por redundar en
la estructura económica y social de toda la región.
Realizado por:
Carlos Carrascosa Castell
Jose Mª Mico Hernandez
Edson Diaz Gamiz
Jose Vte. Balbastre Marti
¡Qué interesante entrada!
ResponderEliminarPaisaje Jucar
ResponderEliminarLastima que ya no quedan muchas de estas norias..
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