El río Júcar ha sido históricamente fuente de riqueza.
Agrícola, paisajística, cultural. Esa es su cara amable, en la que fluye
tranquilo. Pero tiene otra. La que mostró en 1571, en 1864, o el 20 de octubre
de 1982, cuando intensas lluvias cebaron su caudal y el de sus afluentes hasta
lanzar sobre la llanura de La Ribera una riada de dimensiones catastróficas que
dejó un rastro de muerte y desolación a su paso. El Devastador, su nombre en
árabe, se llevó por delante la presa de Tous, una barrera que no resistió su
envite. Las compuertas no se abrieron y la rotura agravó la tragedia.
Veinticinco años después de la pantanada, el Júcar ha
perdido su poder más devastador, pero no está domesticado sobre todo cuando
crece con la gota fría los caudales de su cuenca. Reducir su potencial
destructor ha sido el objetivo de muchos planes que sólo se han ejecutado a
medias.
Repetidas inundaciones del término de Alberic (octubre de
1943, 28 de septiembre de 1947 y, sobre todo, la de 17 de febrero de 1949)
motivaron también la solicitud de hasta tres obras de defensa para fijar las
márgenes cóncavas e impedir los desbordamientos de las crecidas ordinarias. Las
inundaciones arruinaban, a menudo, las cosechas de arroz y, sobre todo, desnivelaban
los campos y dañaban las acequias. Este mismo cuadro se repetía en los pueblos
de la Ribera Baixa con altos costes económicos que suponía a los arrozales.
Por su parte el núcleo de Algemesí, situado en la margen
izquierda de la rambla homónima y no lejos de la desembocadura de ésta en el
Júcar, se halla edificado junto a dos brazos que el río forma a su paso por el
pueblo. El desagüe de ambos cauces no era suficiente en las avenidas
extraordinarias y se producían desbordamientos con peligro para los habitantes,
la seguridad de los edificios.
El problema de la presión urbanística provoca, una situación «especialmente compleja» ya que
las inundaciones que han sufrido los núcleos urbanos han sido provocadas
frecuentemente no por el río Xúquer, sino por los caudales que aportan los
barrancos que drenan en su entorno o en los propios núcleos urbanos.
Además, la escasa capacidad del cauce del Xúquer provoca
que, en situaciones de avenida las aguas se desborden también por la presión de
barrancos y afluentes. También advierten de la presencia de otras
infraestructuras aguas abajo que dificultan la solución como la propia
autopista AP-7 o el ferrocarril Valencia-Gandía. «Una vez superada la cota del
terraplén del ferrocarril las aguas vierten por encima y se quedan embalsadas
entre el propio ferrocarril y el cordón litoral, inundando las urbanizaciones
existentes en la costa». Y los daños se ven agravados por la gran duración de
las inundaciones, debido a la escasa pendiente del terreno y a la presencia del cordón litoral, que
dificultan el drenaje. . La principal salida la constituye el Estany de
Cullera, pero la presencia del ferrocarril y los espigones construidos en la
desembocadura reducen la capacidad de desagüe del canal.
Las actuaciones del Plan Global implican un elevado coste
económico, «pero se ha comprobado que los beneficios serán mucho mayores en
conjunto.
La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ)
contemplo la posibilidad de crear un gran aliviadero que, en caso de avenida,
derive caudales del Júcar al río Verde aguas arriba de Alzira como forma de
salvar el estrangulamiento que supone el tramo de la capital de la comarca,
donde infraestructuras ya existentes como el Pont de Ferro impiden la
ampliación del lecho fluvial que se plantea realizar en el plan global contra
inundaciones, que el Ministerio de Medio Ambiente llegó a presentar en el año
2000.
Realizado por:
Carlos Carrascosa Castell
Jose Mª Mico Hernandez
Edson Diaz Gomiz
Jose Vte. Balbastre Marti
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