Las cañadas representan, o pueden llegar a representar con una utilización adecuada, un factor de diversificación en el paisaje que contrasta con la vegetación circundante. En las llanuras cerealistas son bandas de amenidad que mantienen pastizales, vegetación arbustiva o arbórea con suelos más evolucionados, en general nunca roturados y bien abonados en comparación con los de los terrenos adyacentes. En las zonas forestales la cañada, por el contrario, suele ser un camino de pasto abierto, despejado para el paso de los animales.
En
muchos casos, en especial cuando la cañada atraviesa terrenos muy
deforestados por su dedicación agrícola exclusiva, sería adecuada una
labor de reforestación con vegetación autóctona (matorral y árboles),
favorecedora de la diversidad de hábitat.
Otro
aspecto destacado a escala territorial amplia sobre la repercusión de
las vías pecuarias en la conservación de la naturaleza es el hecho de
que forman parte de un conjunto de paisajes pastorales, típicos de la
España mediterránea, y para cuyo mantenimiento han sido en épocas
pasadas una pieza esencial. Tal como afirma González Bernáldez al
referirse precisamente a la pervivencia del pastoralismo: “El paisaje
constituye en estos momentos el primer recurso natural para la Unión
Europea y otras áreas desarrolladas del mundo”.
Las
cañadas contribuyen a la conservación de las dehesas, los pastizales de
montaña y, por representar un importante apoyo a la actividad
económica, también a la utilización del suelo en los territorios más
abruptos de clima mediterráneo con sus singulares características de
policultivo y terrazas, típicas de las cordilleras levantinas. Los
desplazamientos trasterminantes o de trashumancia corta en las sierras
de Teruel y Castellón son, en la actualidad, casi la única actividad que
favorece la ocupación de las numerosas “masadas” allí existentes. El
conjunto de tipos de paisaje citados gozan, en general de gran aprecio
por su singularidad en el contexto europeo y su protección y cuidado
puede influir muy positivamente en el desarrollo económico y en los
flujos demográficos.
En
España contamos con una muy buena representación de paisajes
pastorales, singulares en Europa por su valor tanto estético como
naturalistico. Su importancia para las aves migratorias ha sido
destacada en muchas ocasiones, además de su repercusión positiva en la
estrategia europea para la conservación de especies. Las vías pecuarias
forman parte de un mismo entramado de paisajes pastorales en el que se
incluyen las dehesas y los distintos tipos de pastizales en zonas de
páramos y montañas.
Santiago Bayón Vera
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