Saliendo de Cala Reona comenzamos la senda geominera que recorre la costa de norte a sur. Al inicio nos encontramos con este panel que nos ayuda a hacernos una idea del recorrido y nos recuerda que debemos tener en cuenta algunas consideraciones por encontrarnos en un lugar protegido. Conforme vamos avanzando vamos pasando por acantilados con preciosas calas a nuestra izquierda y observamos fuertes contrastes entre la espuma de las olas que rompen contra las oscuras rocas de pizarra. A la derecha el paisaje es polvoriento y bastante árido, encontramos matorrales y en general un paisaje erosionado que nos lleva a una época de fuerte actividad minera en la zona. Otras viejas construcciones del oficio dejan constancia de ello.
La primera vez que hice la senda no entendía el tipo de paisaje que tenía delante. El tipo de suelo principalmente. Investigando y preguntando a personas de la zona me contaron que, de forma bastante resumida, a nivel geológico el parque forma parte de la Cordillera Bética, la cual se formó con la convergencia de dos placas, la Ibérica y la Africana, a finales del Mesozoico.
Este choque provocó la emersión de sedimentos que durante más de 200 millones de años se habían acumulado en el fondo de mar. Tras el cese de las presiones entre las placas la corteza terrestre sufrió severas fracturas, lo que produjo una actividad magmática importante en la zona.
La foto que viene a continuación está tomada cerca del humedal de Las Salinas del Rasall, en la zona grisácea del mapa geológico superior, cerca de la costa. Sin duda es un paisaje que nadie se espera encontrar en una región mediterránea. Este aspecto tan singular se lo dan los esquistos negros y las cuarcitas del Paleozoico.
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