La
trashumancia como tal conjunto de
actividades y repercusiones territoriales se
presenta hoy como un verdadero modelo
social y económico para muchas comarcas
españolas, pero más que emular su pasado, lo que corresponde en el
momento presente es valorar la posibilidad de mantener activos algunos de
sus tradicionales parámetros, es decir, incentivar
su existencia en aquellos espacios y
enclaves en los que aún es plausible
y emplear su legado histórico,
socioeconómico, territorial y cultural, como
elementos al servicio de nuevos modelos de estructuración societaria.
Distintos foros y entidades especializadas en la materia abundan en estos objetivos
y señalan alternativas personalizadas para conseguir los mismos
La
plasmación real de tal enunciado se plantea como un verdadero reto en orden al
sostenimiento de las áreas rurales en declive, ya que frente a estos objetivos
finalistas se impone la realidad de unos espacios en los que los procesos de
transformación se desarrollan de una forma muy lenta, obstaculizados por las
deficiencias dotacionales, el despoblamiento y los escasos incentivos que
puedan suponer al traslado de efectivos humanos procedentes de las ciudades.
La
aportación del modelo trashumante difiere de unas regiones a otras. En algunos
casos está plenamente vigente como ocurre en ciertas comarcas extremeñas,
leonesas, turolenses, por señalar algunos casos aún activos; en otros la trashumancia
se encuentra en franco declive y mediante acciones concertadas de apoyo cabe
esperar que pueda subsistir a corto plazo, mientras que en otras tantas áreas
de la geografía española está en trance de desaparecer o lo ha hecho ya desde
hace un tiempo. En éste último caso la posibilidad de reinstauración tan sólo
sería posible mediante un cambio profundo de las estructuras rurales, así como
de la transformación del actual modelo productivo del sector pecuario, muy
condicionado por la tutela de las políticas de la Unión Europea.
Distintos
actores y analistas del sector ganadero español señalan otras virtualidades de
la práctica trashumante, como la limpia de los montes por parte de los rebaños,
la puesta en valor de la red histórica de vías pecuarias mediante el paso de
los ganados o la activación económica de áreas rurales a través de modelos
ganaderos de carácter extensivo, con los que se puede actualizar el valor de
las tradicionales áreas de pastos.
Pero
fuera de este escenario y aprovechando otras iniciativas comunitarias europeas,
se abren algunas otras vías para aquellos antiguos contextos espaciales en los
que se desarrolló la trashumancia, en este caso más bien vinculados a la
conservación de antiguos legados humanos y sociales en su faceta cultural,
antropológica o etnológica, apartados en los que la Unión Europea muestra un
interés creciente en los últimos tiempos. De ahí que uno de los grandes activos
del modelo trashumante en ese sentido, pueda ser el que se catalice dicho
interés a través de un conjunto de acciones que pongan de manifiesto esos otros
«valores culturales» del pasado trashumante, valores en lo económico a partir
de artesanías pastoriles (Cueros, textiles, antigüedades, objetos
musicales, etc.), productos alimentarios (Quesos, mantequillas, carnes…)
y artículos provenientes de una producción cultural: libros, videos, música,
guías culturales, cursos monográficos o rutas turísticas asociadas.
Santiago Bayón Vera
No hay comentarios:
Publicar un comentario