Tras cruzar el puente Felipe II, ponemos pie en la plaza de
la Iglesia, y encontramos a nuestra derecha la portada renacentista que daba
paso al templo sin entrar al convento. Esta puerta se abre bajo la torre de las
Campanas, presidida por el escudo de la familia Vich, bienhechora del
monasterio. A ambos lados de las jambas, dos placas ilustran al visitante sobre
algunos de los acontecimientos más destacados del monasterio.
DETALLE DE LA ENTRADA A LA TORRE DE
LAS CAMPANAS.
La visita
prosigue hacia donde estaba la entrada principal al edificio, siguiendo el
camino paralelo al barranco y dejando a la derecha el lienzo de mediodía,
detrás del cual se sitúa la primitiva ermita de Ntra. Sra. de la Murta,
convertida en la primera Iglesia del convento hasta que, debido a sus reducidas
dimensiones, se construyó la nueva, quedando aquella como sacristía.
Llegados al extremo opuesto de la plaza, a nuestra derecha se
levantaría el robusto torreón de la Portería, por cuya puerta se accedería al
recinto del monasterio. Continuando el recorrido pasamos junto a la almazara,
quedando a nuestra derecha lo que en otro tiempo sería la fachada conventual de
poniente, hasta llegar a la entrada de la nueva capilla de la Virgen, situada a
nuestra izquierda en el interior del jardín de la casona que levantaron a
finales del siglo pasado los propietarios de la finca sobre la hospedería del
convento.
Siguiendo por la cara norte llegamos al camino que sube a las
balsas, un magnífico lugar para descansar y disfrutar del admirable paisaje.
Por este flanco todavía destaca la torre de las Palomas. Su robustez y
acabados: almenas, matacanes, aspilleras… le dan un aspecto defensivo. En los
matacanes, la característica Creu d’Alfardons
da la nota religiosa de un edificio de marcada arquitectura militar.
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