Libre Sancho Martínez (Sierra de Bernia)
Foto sacada de www.casiaventura.com
Os presento a uno de los conjuntos montañosos más bonitos de mi provincia (Alicante), es el Paisaje Protegido de la Sierra de Bernia y Ferrer. Está situado entre los términos municipales de Benissa, Jalón, Altea, Calpe, Alcalalí, Tàrbena y Callosa d’En Sarriá. Pertenece a las cordilleras Béticas y más concretamente a la cordillera Prebética. Es un majestuoso macizo de unos 11 kilómetros de oeste a este y con una extensión de 2843 hectáreas, dibujando una “T” con la costa del Mar Mediterráneo y hundida en este en su extremo oriental por las rompientes del Morro de Toix.
La he visitado varias veces, se recomienda si no habéis estado, la ruta circular para hacer senderismo. En mi caso no lo hice así y por eso creo que la recuerdo con más cariño. Adelantaré, que soy una persona algo nerviosa, un poco aventurera y a la que le gusta el riesgo. Por lo que, al llegar a escasos doscientos metros de la parte más rocosa, propuse a mis amigos, con los que fui, si hacíamos cima por la pedrera, el camino más vertical y corto. Sin mucha confianza en mí, como de costumbre, el grupo me hizo caso y emprendimos la marcha hacia la cumbre, situada a 1129 metros de altura y perteneciente al término municipal de Jalón. Cada paso que dábamos, retrocedíamos tres cuartos. Casi no habíamos empezado y ya tenía a la mayoría de la expedición enfadada. Llegamos a la cresta y mientras mis amigos seguían la senda marcada, yo daba saltos por la piedra escarpada. Primer tramo de dificultad después de la pedrera, un pequeño cortado con una cadena incrustada en la pared para poder pasar cogido de manos, conseguí que el grupo pasara al completo sin ninguna baja, no fue fácil, dos o tres se aliaron en mi contra para dar la vuelta. Una subida por una cuerda y menos de doscientos metros más y estábamos en el vértice geodésico. Tengo que reconocer que aproveché el momento de euforia para convencer al equipo de que siguiéramos toda la cresta, que consta de unos 3000 metros y casi no baja de los 900 metros de altitud. Conseguido, ya estábamos en dirección al mar haciendo equilibrios y subiendo-bajando roca. Después de unos cuantos momentos de tensión, sin contar que no sabíamos si se podía descender por el otro extremo y con varios compañeros sin hablarme, conseguimos bajar y terminar sin percances un precioso día.
A día de hoy, me lo recuerdan metiéndose conmigo, pero reconociendo que gracias a mí quieren más a esa montaña.
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