Libre Sancho Martínez (Sierra de Bernia)
Desde tiempos inmemoriales
Bèrnia ha tenido una intensa actividad humana que ha dejado su huella por toda
la sierra. Surcar estos altos senderos supone disfrutar de cambiantes y
singulares paisajes.
Desde la parte superior
izquierda del Fort, si nos centramos en la línea del horizonte de un día claro,
podremos ver, a lo lejos, el perfil montañoso de la isla de Ibiza; si lo
hacemos hacia la falda de la sierra, entonces se avistan los innumerables bancales
construidos en tiempos de los morisco.
A principios del siglo XX se
plantaron viñas, pero se dejaron abandonadas y nunca más se han vuelto a
sembrar. Más al oeste, se encuentra el acantilado del Mascarat que tiene unos 300 metros de cortado y en la actualidad, es
un buen sitio para escalar, por el que pasa desde hace más de 40 años la autopista del
mediterráneo AP7. En esta zona se encuentra un gran abrigo natural con
abundante vegetación, que en otros tiempos se usaba para proteger al ganado del
sol. Si continúas hacia el oeste llegarás a un pequeño collado desde donde se
enfila el descenso.
Su accidentada orografía dio
cobijo a moriscos y, según la leyenda, refugió al Enmascarado, un famoso
bandido que asaltaba a ricos viajeros. Según cuenta la leyenda, asaltaba a los
más poderosos para favorecer a los pobres. Nadie supo nunca realmente quién era
este Robin Hood, aunque la historia local comenta, que se trataba de un joven
apuesto que tenía una hacienda, la cual cerró al morir su madre.
Cuentan que un día pilló a un
niño robando en sus tierras, lo llamó para darle más comida, pero este con
miedo de ser castigado, corrió sin dejar rastro. De esta forma surgió el
Enmascarado. Con la única misión de ayudar a los desfavorecidos, salía por las
noches al cañón del Mascarat y con la cara pintada atracaba los carros acaudalados
que pasaban.
El cese de los ataques,
coincidió con la aparición de un cuerpo sin vida en la puerta de la casa donde
dicen que nació. El cadáver estaba vestido de negro y ocultaba sus rasgos tras una máscara de hollín y cenizas. Los
vecinos contemplaron, horrorizados, un rostro que con seguridad antaño había
sido bello, pero que se les mostraba horrible y desfigurado por la enfermedad
de la lepra.
Cita de Lucian Blaga:
“La máscara que usan determinados
hombres puede ser más cerca de la esencia, más adecuada para su ser que la cara
que tienen.”
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