jueves, 18 de noviembre de 2021

Esculpido por el hombre

No sólo el agua ha dejado marcado su paso por estas tierras. Pese a lo hostil del entorno, el ser humano se ha esforzado por habitar estas tierras desde hace milenios. Nos encontramos, por ejemplo, en uno de los pasos más sencillos desde la meseta hacia el cantábrico. Además, la posición elevada del páramo permite controlar una amplia zona, cuestión muy útil en los frecuentes periodos de guerras tan asociados a la historia del hombre.

Una buena muestra de lo antiguo de la ocupación humana puede ser el hecho de que hace más de cuatro mil años se erigió un monumento megalítico.


Menhir de Cantohito. Fuente: imagen propia

Es el Menhir de Canto Hito (o Cantoito), un bloque de roca caliza con sección rectangular de más de tres metros de altura (la parte en superficie), ligeramente inclinada que se hace visible desde varios cientos de metros a la redonda gracias a lo llano del páramo en el que se encuentra. A su alrededor tiene dos círculos de piedra concéntricos que podría indicar algún tipo de interés ritual. No está clara la motivación para su instalación. Las teorías van desde un túmulo funerario hasta una referencia que servía de guía a los pasos de ganado trashumante en el neolítico.

Ese ganado y la necesidad de protegerlo ha sido el origen de otra antigua construcción que podemos encontrar en Covalagua. Se trata del Pozo de los Lobos, una construcción empleada como trampa para capturar a los lobos que acosaban al ganado de toda la comarca. Esta actividad que ahora consideraríamos como indeseable era un acontecimiento en el que participaban todos los pueblos de los alrededores del valle, tanto de Palencia como de Cantabria.

 

Pozo de los lobos. Fuente: imagen propia


La construcción consiste en dos muros de piedra de varios cientos de metros de longitud que convergen en un pozo. En el momento acordado, los habitantes de los pueblos salían al monte a acosar al lobo, haciendo ruido, con perros, y cualquier cosa que hiciera correr al animal forzándolo a subir hacia los riscos. Al no poder escalar semejantes paredes de piedra, el animal se veía forzado a intentar rodearlos, dirigiéndose sin remedio hacia el embudo que forman los dos muros antes descritos. Al final del embudo existe una abertura que da paso al pozo, donde los lobos caían sin remedio. Huelga decir que esta instalación y la técnica está ya en desuso.


En la imagen por satélite aún se pueden apreciar una parte de los muros que formaban el "embudo"


Más allá del hecho de la caza de lobo en sí, y lo anacrónicas que nos puedan resultar estas técnicas en nuestros días,  lo cierto es que forman parte la historia cultural de la zona. 


Entorno en el que está construido el pozo. Fuente: imagen propia


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