lunes, 22 de noviembre de 2021

Volando por Altomira con el Aguila Perdicera

Aguila Perdicera – Aquila fasciata. Orden Accipitriformes; familia Accipitridae
Empezaremos esta serie de entradas relativas a la ZEPA de la Sierra de Altomira con una de las aves más bellas y más amenazadas que podamos observar en nuestra Sierra. Se trata del Águila perdicera (Aquila fasciata). No es precisamente uno de esos pajaritos que uno mete en una jaula en el salón, acaso porque está dotada de una envergadura que puede alcanzar los 170 cms. y porque aunque es más delgada tiene las patas y la cola más largas que la mayor parte de las águilas. Pese a su considerable envergadura resulta ser una gran cazadora. Dando muestras de una agilidad sorprendente es capaz de dar caza a pequeñas y medianas aves -como la perdiz de la que toma el nombre- aunque tampoco desdeña incluir en su menú otras aves de buen tamaño como la paloma o la gaviota así como pequeños mamíferos como el conejo y la ardilla; o reptiles como el lagarto. La reconoceréis fácilmente en vuelo por el marcado contraste que muestran las bandas oscuras que marcan las alas por abajo.
En libertad pueden llegar a vivir hasta 32 años, empezando a criar a partir de los tres o cuatro años de edad. Tal y como se expone en el análisis de situación ofrecido por Ecologistas en Acción, “El águila perdicera (Aquila fasciata) está declarada en peligro de extinción por la Unión Europea, debido a la gran mortalidad de las águilas adultas y la pérdida continua de sus zonas de cría”. La situación es especialmente preocupante -y por eso la hemos puesto en el primer lugar de esta serie de entradas porque, a día de hoy, es la única águila de las diferentes especies que tenemos, en la que no mejora su población. Su estado es peor incluso que el del águila imperial ibérica o el del buitre negro que poco a poco van alejándose del peligro extinción. Y su extinción nos debería preocupar especialmente puesto que, de nuevo según Ecologistas en Acción, España alberga alrededor de 700 parejas reproductoras, y eso supone nada menos que el 70 % de la población de todo Europa. Las actuaciones que cabe emprender son relativamente sencillas si advertimos que la causa más relevante de las muertes es la electrocución, que llega a ser la culpable del 57 % de los casos. Esto es especialmente preocupante para la población de Aguilas perdiceras de nuestra Sierra de Altomira, dado que a los tendidos eléctricos de alta tensión conectados con las abundantes centrales hidroeléctricas se suma la derivada de la inmoderada proliferación de urbanizaciones y edificaciones destinadas a servicios de ocio y hostelería en el entorno de los pantanos de Sacedón o Albalate por poner dos ejemplos especialmente notorios. Sería preciso sustituir las lineas electricas aereas por subterráneas y proceder a balizar adecuadamente el resto para evitar que las muertes de nuestras aguilas perdiceras sigan produciéndose a este ritmo. Según un informe publicado por ingenieros.es se puede evitar hasta el 80% de las muertes señalizando y protegiendo adecuadamente las lineas y torres de alta tensión.
Sus costumbres y sus tiempos. Las aguilas perdiceras adultas que podréis observar en Altomira son muy territoriales y suelen limitar sus movimientos a un territorio determinado dentro de cuyos límites suelen tener varios nidos que van usando sucesivamente. La hembra suele empezar a incubar sus huevos en febrero o marzo. Mientras la hembra se ocupa de dar calor a los polluelos, el macho se ocupará de llevar suministros al nido y así lo seguirá haciendo durante los cuatro primeros meses de vida de las crias.
Entonces y sólo entonces se fiarán los padres de dejar solas a sus crías en el nido. Eso sí ,si el sol es demasiado fuerte en el nido, la hembra se encargará de extender sus grandes alas sobre los polluelos y darles sombra durante las horas más cálidas del día. Desde luego la pareja de aguilas perdiceras resulta sumamente hacendosa y a estas labores de cuidado térmico unirán el diario acondicionamiento del nido al que irán reponiendo ramitas tiernas para hacer más confortable la estancia a los polluelos. Eso sí, tantos mimos se acabarán hacia el mes de junio. Será entonces cuando podremos ver a las crías emprendiendo su “vuelo de la emancipación”.

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