Foto: Ricardo Compaire
En
el caso de las vías pecuarias estamos ofreciendo un recurso que tiene en su
base el hecho de que son de uso público, son “algo de todos” (Artículo 2. De la
Ley 3/1995 de Vías Pecuarias “Las vías pecuarias son bienes de domino público
de las Comunidades Autónomas y, en consecuencia, inalienables, imprescriptibles
e inembargables”) y por tanto entre todos debemos conservarlas y también
disfrutarlas.
Cualquier
recurso, lo es en la medida que se comercializa, es decir que se publica, y que
produce beneficios y no debemos avergonzarnos de obtener rentas de vender
nuestros valores culturales. Pero esta promoción debe de estar dentro de un
programa y se deben cualificar los beneficios y los riesgos que esta apuesta
entraña.
Somos
conscientes que el turismo rural aporta muy escasos beneficios, pero es un
complemento a las reducidas economías de nuestras sierras. Si la
comercialización de un producto turístico basado en las vías pecuarias
incrementa las rentas, es el éxito final de un gran trabajo etnográfico,
sociológico y económico que se inicia en las primeras encuestas.
El
considerar la entidad y sus valores como recurso, en un reto muy complicado que
precisa de unos estudios previos y de un programa completo e integral. Es
cierto que proporciona beneficios económicos, de promoción regional, de
reconocimiento social y de diversificación económica así como de la valoración
de hecho patrimonial.
Pero
todo esto se ha de valorar ante los posibles riesgos que pueden surgir,
teniendo en cuenta que debe de existir siempre la prioridad ganadera en el caso
de nuestras vías pecuarias.
La
masificación, el posible deterioro ambiental y la aculturación son aspectos
negativos que surgen de la errónea comercialización del recurso. No obstante
existen usos respetuosos de las vías pecuarias, tomándolas en su conjunto como
caminos, márgenes y hechos culturales. Alrededor de esta trilogía pueden surgir
diversas ofertas que pondrán en valor todos los recursos de forma integral.
Una
vez realizados todos los estudios y valorando la oferta y la demanda, se debe
iniciar la promoción, como se hace con cualquier producto turístico.
Teniendo
en cuenta las características especiales de las vías pecuarias precisan de una
divulgación especial, partiendo de la señalización, y el equipamiento, como se
hace con cualquier camino. Existen ya experiencias de este tipo en España como
la Cañada Real de los Roncaleses en Navarra, o la Cañada de la Plata en
Extremadura, o el Camino Real del Puerto de la Mesa, o la Cañada Real Galiana
en Madrid.
El
hecho es que estos caminos pastoriles atraviesan varias provincias y
comunidades autónomas obliga a preparar una señalización única para todo el
recorrido, no como en la actualidad que cada comunidad ha diseñado una señal
para la vía pecuaria diferente a la vecina, con lo que los pastores deben
estudiarse los cuadernos de identidad corporativa de cada zona. El camino
da identidad al recorrido y debe tener una sola imagen. Además se deben ofrecer
las topoguías como las que utilizan los senderistas, pero a las que se le han
de añadir todos los valores naturales, patrimoniales y culturales de los
márgenes del itinerario.
Es
imprescindible la preparación de personas que conociendo el recurso y los
valores culturales de los pueblos ribereños, sirvan de guías acompañantes de
los visitantes y les inculquen a la vez el interés por el producto y su
respeto. Aprovechando y haciendo coincidir los recorridos con fechas y
actividades de los pueblos de la zona se puede dar vida a esas localidades.
Esta oferta se puede realizar a través de empresas de servicios en las
que pueden participar también los ganaderos, ya que es un importante
recurso el organizar excursiones acompañando a los pastores trashumantes
y trasterminantes en su recorrido estacionales, como ya he hecho, en
Ávila, La Rioja, Navarra, Castilla la Mancha. Perder la prioridad ganadera de
las vías pecuarias sería un grave error lo mismo que no implicar a los
ganaderos en estos proyectos.
Santiago Bayón Vera
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