El
paso del hecho patrimonial a que este constituya un recurso es el paso de la
cultura a la economía y para muchos son dos aspectos que no deben mezclarse. La
opinión más obvia; aquella que surge de la aplicación de la antropología al
desarrollo de los pueblos y en este caso a medio rural, es que el patrimonio
cultural puede y debe constituirse en recurso económico, respetando todos los
valores culturales y preservando su integridad.
La
tradicional visión de que el medio rural se encuadra dentro del sector
primario, en que este espacio se basa en actividades agropecuarias y
forestales, se ha transformado en la actualidad cuando vemos nuestros pueblos
ocupados por segundas residencias, visitados por turistas y añorado por los habitantes
de las ciudades.
El medio rural y sus valores son en sí un recurso
que hábilmente utilizado puede ser tan provechoso, como la cosecha de la
remolacha o la venta de terrenos. Pero parece que la virtud es la de compaginar
el sector primario con el de servicios (rentas complementarias) y obtener un
pueblo que viva de la tierra, respetándola en todos sus aspectos y aprovechando
recursos que anteriormente sólo se consideraban valores culturales.
En el espacio rural encontramos recursos
medioambientales, basados en el clima, paisaje, la vegetación, la fauna, en
definitiva el entorno. Y otro tipo patrimonial, transformado por el hombre a lo
largo de su actividad. Ambos bien administrados pueden constituir recursos y
proporcionar beneficios a la sociedad. Las vías pecuarias son un conjunto de
recursos medioambientales y patrimoniales, ya que en ellas, se unen la
naturaleza y la cultura.
El
recurso es por tanto la visión economicista de patrimonio, pero a este aspecto
económico se le ha de añadir la visión social, que el recurso ha de respetar
para que no se produzcan los deterioros que se están observando en otros
conjuntos patrimoniales.
Dentro
de una interpretación antropológica, se pretende dar una visión social del
recurso y no solamente económica, hecho que ocurre al hablar del recurso
turístico. Teniendo en cuenta y siendo conscientes de que el interés por “lo
natural, lo rural y lo tradicional” es una moda que ha calado fuertemente en
nuestro país, de debe aprovechar este hecho para de una forma ordenada, ofrecer
la entidad cultural de cada zona como un recurso, en definitiva y aunque suene
muy fuerte, vender la identidad como un recurso, como otros venden playas,
monasterios o museos. La cultura tradicional es por tanto un recurso que debe
comercializarse, pero antes debe estudiarse y ofrecerse con dignidad.
Santiago Bayon Vera
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