martes, 19 de febrero de 2019

SA TALAIA, HUELLA EN PIEDRA SECA




En una isla, la presión humana sobre el paisaje se acusa en función de las necesidades humanas. En Eivissa, en el siglo XIX se produjo un aumento significativo de la población. Este aumento incrementó tan significativamente las necesidades básicas, que se empezaron a roturar, aterrazar y cultivar bancales que se ganaban al bosque en terrenos cada vez más inclinados donde la calidad y profundidad del suelo era menor que en los valles.
 
En el paisaje de la sierra, hoy en día en su mayor parte reconquistado por el bosque, se dejan entrever vestigios de piedra seca de un pasado echo a mano, piedra a piedra, por mujeres y hombres.

Parte de la paret exterior de un "Vergeret", espacio cerrado donde
 se cultivaban hortalizas y arboles frutales protegiéndolos del rebaño.



Paredes de una casa muy antigua en ruinas dentro
 de la finca rústica de Sa Païssa de n'Agustinet.


El modelo económico predominante en el campo se basaba en una agricultura de autoconsumo. En la finca familiar podían vivir de tres a cuatro generaciones que se repartían las tareas por edades o sexo. Este modus vivendi comportaba la aplicación del trabajo humano durante todo el año, al ritmo de las estaciones y con un profundo conocimiento de la naturaleza.


Los bancales ascendían desde el fondo de los torrentes hasta las partes más altas de las cumbres, si existía suficiente suelo para sacar adelante un cultivo. En los bancales más fértiles y con posibilidad de regadío, se cultivaban hortalizas, acompañadas de árboles frutales. En los de secano,era habitual la práctica del barbecho, cultivando cereales y legumbres, acompañados por olivos, algarrobos, higueras y almendros.


Bancales en una de las canales de la finca
 rústica de Sa Païssa de n'Agustinet.



De las fincas se obtenía prácticamente todo lo que se necesitaba para vivir. 
Pequeños rebaños de cabras y ovejas suministraban leche, queso, lana y carne. De esta ganadería quedan como vestigios los pequeños refugios de piedra seca que tenían en el monte para resguardar al rebaño de la lluvia.



Ruinas de una barraca de pastor


También se practicaba una apicultura para autoconsumo. Construyendo las colmenas con troncos de higuera huecos que se emparedaban con mortero de cal y losas de piedra.


Antiguas colmenas en Cala Xarraca, en la zona de norte de la isla.
(Esta foto es de una fuente externa y su enlace se encuentra en  la bibliografía)



Como actividades complementarias en las fincas más montañosas y por tanto de suelos menos fértiles, destacan la producción de cal viva, cociendo la “piedra viva” en hornos de cal (forn de calç), la producción de alquitrán en los “forns de pega” y la producción de carbón vegetal en las “sitges de carboner”.


Antigua "barraca de carboner" que aún conserva parte de su tejado.

Restos de una antigua "sitja de carboner"

Vista superior de un antiguo "forn de calç"
(Esta foto es de una fuente externa y su enlace se encuentra en  la bibliografía)



Vista lateral de un "forn de pega" en la zona de Ses Marrades, subiendo a Santa Agnès
 (Esta foto es de una fuente externa y su enlace se encuentra en  la bibliografía)


Otros recursos se obtenían de la pesca y del trabajo en las salinas y ayudaban a complementar la dieta y a obtener ingresos en la renta familiar.

Las peculiaridades de la isla, con sus recursos, sumadas a las necesidades de sus pobladores a lo largo de los tiempos nos han echo herederos de un legado etnográfico de gran valor y belleza.

Gran parte de este patrimonio se encuentra en estado de abandono.

Bibliografía: 


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