jueves, 22 de octubre de 2015

Un héroe en el día a día

Estas líneas son en honor a uno de las personas más importantes de mi vida, un hombre del que he aprendido todo lo que sé y me  ha guiado  para ser lo que ahora soy, EVARISTO mi padre. 

Mi padre falleció hace un año, un seco y caluroso verano mientras montaba en bicicleta.  Era una de esas cosas que nos encantaba hacer juntos. Cómo disfrutábamos pedaleando hasta no poder más.

Pero no escribo esto para que se os llenen los ojos de lágrimas, sino para contaros todo lo que aprendí de él. Mi padre, mi héroe.

Nació en un pequeño pueblo  escondido en un gran valle donde descansa el Guadiana acompañado de encinas y robles. Un pequeño pueblo de la provincia de  Ciudad Real llamado Puebla De Don Rodrigo.

Mi padre  era el mayor de cuatro hermanos de una familia humilde, donde el sustento económico era la agricultura y la ganadería. Ya desde pequeño tuvo que acompañar a su padre, mi abuelo, en las tareas de pastoreo, siembra, etc.  Por una serie de circunstancias no pudo aprovechar la oportunidad de acabar el colegio, todo lo que él sabía lo aprendió de su entorno.

Era un hombre sabio que aprendió a escuchar la naturaleza así como a aprovechar lo que esta le brindaba.


Años más tarde mi abuelo abrió un bar donde mis tías trabajaban, no tardaría en aparecer el famoso  “Chaplin”, un pub que causó sensación en el pequeño pueblo.

Era una buena fuente de dinero pero suponía más trabajo. De día mi padre era agricultor y ganadero, por las noches, camarero.

A pesar de las horas de esfuerzo y cansancio también tuvo tiempo de disfrutar de la vida, era un hermano responsable y amigo de sus amigos. 

En su vida apareció una mujer, mi madre. Nadie sabe que se le perdió por estos pueblos pero  desde luego lo que encontró fue un amor verdadero y tres hermosos hijos.  Juntos comenzaron una nueva vida y se aventuraron a comprar un pequeño rebaño de ovejas además, contaban con unos olivares, que mi abuelo repartió años atrás. Podría decirse que juntos empezaron de cero.

Tanto mis hermanos como yo hemos tenido una feliz infancia con nuestros padres, siempre nos ha inculcado que en esta vida no te dan nada gratis.  Desde pequeños acompañábamos a mi padre en sus tareas de ganadero y acudíamos cada navidad a la recogida de la aceituna. Fue entonces cuando aprendí todo lo que se del campo. Mi padre me contagió el gusanillo por el trabajo en el medio rural.

Lo primero que mi padre aprendió fue lo que significaba el esfuerzo, la constancia y el trabajo duro. A pesar de verle agotado, jamás le oí quejarse. Yo no podía decepcionarle, quería ser igual que él.  Por lo que pronto comencé a conducir el tractor,  y a coger la maquina vibradora, más adelante aprendí a podar.  Lo que para otros podría ser un castigo para mí era coser y cantar.

Según crecía mi padre iba delegando cada vez más responsabilidad en las tareas del campo, con cariño y paciencia me enseñó todo lo que sé.

Él se sentía muy orgulloso de verme tan feliz haciendo todo lo que él sabía, mostraba interés y disfrutábamos juntos del trabajo en el campo.

A día de hoy y gracias a todo lo que aprendí de mi padre y al tesón de mi madre estoy donde estoy, estudiando lo que más me gusta, un grado superior de Gestión Forestal.

Con todo esto pretendo hacerle un pequeño homenaje a mi padre, aprovechando la oportunidad para contar porque decidí tomar este camino.


Sin más preámbulos, decir que mi vida es el campo, al igual que fue la suya. Gracias  por todo papá, gracias mi héroe.

Jorge Sánchez
1º de Gestión Forestal 2015/16

2 comentarios:

  1. Bravo.
    La cultura del esfuerzo se está perdiendo, es un echo.
    No hay nada como dedicarnos a aquello que nos apasiona.
    Mucha suerte en esta nueva etapa formativa, seguro estaría orgulloso.

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  2. Enhorabuena por la decisión!! Te aseguro que no te arrepentirás!! Yo terminé el curso el pasado año, vivo en Agudo y me es muy familiar todo lo que cuentas, por lo que mucha suerte!!
    Daniel

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