Nos tenemos que remontar unos 3500 años a.C. para poder contemplar los primeros habitantes de la isla, la cultura Talayótica. Los antiguos griegos denominaron Mallorca y Menorca con el nombre de islas Gimnesias, los fenicios la denominaron Nura, los griegos Meloussa, los romanos Minorica y posteriormente los musulmanes Al-manurqa.
Menorca cuenta con 45 kilómetros de largo por unos 20 de ancho. ¡En este pequeño espacio encontramos un total de 1.586 yacimientos repartidos por toda la isla! Todos pertenecientes a la época talayótica. No solamente es rica en cantidad, sino sobre todo por la calidad de algunos de ellos en cuanto conservación. Los encontramos por toda la isla, sobre todo a lo largo de la costa sur. De los más representativos y mejor conservados encontramos la Torre d’en Galmés, la Naveta des Tudons, el poblado talayótico de Son Catlar, de Trepucó, o de Talatí, entre otros.
La cultura talayótica, proveniente de la península, y enmarcada en las corrientes culturales propias de la Europa occidental al igual que sus vecinos en Mallorca e Ibiza, pronto empezaron a diferenciarse y a configurar una cultura con características propias, marcadas por la insularidad y cierto aislamiento.
Fotografía propia Torre d'en Galmés
Estos primeros pobladores basaban su subsistencia en la agricultura, básicamente con cultivo de cereales, y ganadería, sobre todo ovejas y cabras. Aunque también se dedicaban a recolectar y en menor medida a cazar.
Como rasgo más representativo encontramos el megalitismo, que basaba la construcción en grandes piedras dispuestas de manera vertical.
Al ser Menorca pequeña en extensión, tuvieron que gestionar los recursos de manera sostenible, tanto en el uso de madera para herramientas y construcción como las tierras dedicadas a la agricultura y ganadería. Y aunque parece que en el pasado todo se hacía de manera sostenible, tenemos muchos ejemplos de culturas y civilizaciones desaparecidas precisamente por el expolio que hicieron de los recursos naturales.
Fotografía propia
Si las piedras hablaran, ( y pido perdón a los geólogos pues a ellos sí les hablan ), si supiéramos los secretos e inquietudes de nuestros antepasados y lo que les representaba el entorno natural en el que vivían, a lo mejor a día de hoy, las sociedades y el mundo serían distintas.
Debemos aprender del pasado. Del pasado de Menorca, para poder gestionar mejor los retos del presente y del futuro.
Fotografía propia Torre d'en Galmés
Pau Campàs Pongiluppi
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