martes, 30 de octubre de 2012

EL TIEMPO DE LOS HOMBRES, LA MAGIA Y LA NATURALEZA


Tiempo atrás, en la juventud de nuestra especie, los hombres habitábamos las cuevas y los abrigos, practicábamos rituales mágicos y venerábamos a la naturaleza. La magia y la superstición eran la llave para entender el difícil mundo que nos rodeaba. Una vez oí, que si la vida de la tierra fuese de un año, los humanos como especie apareceríamos en el último segundo del último día de la tierra, ¡hay que ver cuántas cosas pueden ocurrir en un segundo!. Quizá, no seamos tan distintos a nuestros antepasados, de hecho, en nuestras tribus actuales aún podemos encontrar chamanes, depositarios de la fe en el más allá, cazadores, recolectores, artistas, guerreros, conocedores de la naturaleza… 
 Entonces, ¿qué es lo que ha cambiado en este último segundo de vida de la tierra? 
Hubo en la antigua Grecia, época en que la humanidad se debatía entre el mytos y el logos, es decir, entre la magia y la razón. Una leyenda que contaba que en un mundo de divinidades inmortales, los dioses decidieron crear los seres vivos que habitarían la tierra, este trabajo recayó en manos de los titanes Epimeteo y Prometeo, los cuales crearon las especies que poblarían la tierra y las dotaron de sus atributos, a unos la rapidez, a otros la belleza, a otros la fuerza…estando ya todas las especies sobre la tierra, Epimeteo se dio cuenta que había dejado a una especie, desnuda e indefensa, los hombres, para repara el error, robó de su hermano la inteligencia y del Diós Efesto el fuego y se los regaló a los hombres creando así una especie a semejanza de los dioses. Quizá, el gigante Epimeteo, desconocía el verdadero poder de la inteligencia, y los efectos que esta puede provocar si no se hace un buen uso de ella. Los humanos, acumulamos inteligencia, progresamos y en la medida en que fuimos descubriendo el poder de este don, nos hicimos cada vez más y más narcisistas perdiendo poco a poco la fe en la naturaleza, nos adueñamos del medio y del resto de las especies.
Queda  lejos el tiempo en que los humanos compartíamos nuestro mundo con seres mitológicos, faunos, ninfas, sirenas, duendes… incluso, el tiempo en que tomábamos como augurios el vuelo de determinadas aves o las entrañas de diferentes especies animales. Siempre hemos mantenido una relación simbiótica con la naturaleza. Ahora, sin embargo, somos nosotros los que realizamos augurios con el futuro de las especies que nos rodean incluso con el futuro de nuestro propio planeta.
Los seres humanos, siempre hemos estado vinculados a la naturaleza por conexiones supramateriales. Egípcios, Mayas, Incas, Celtas, Fenícios, Griegos, Romanos… todas nuestras civilizaciones pretéritas de un modo u otro han venerado a la naturaleza.  Nuestros dioses antiguos adoptaban forma de animal, Atenea era representada por un búho, Zeus el Dios toro, dominador del rayo, Astarté diosa madre para los fenicios, representada por un águila, Diana diosa de los bosques y de la caza Poseidón DIós de los mares, Eolo Diós del viento, Gea diosa tierra, incluso el espíritu santo si se quiere, adoptó forma de paloma.
Hubo, y sigue habiendo en la actualidad, lugares en los montes y los valles donde uno siente cuando está allí una especie de sensación mística. En época romana, estos sitios eran conocidos como “lucus”, era una especie de lugares sagrados en los cuales se construyeron templos, muchos de estos sitios fueron reutilizados con la misma función religiosa por pobladores posteriores que al llegar a estos mismos sitios sintieron de nuevo esa sensación mística. Esto ocurrió mucho en Galicia, muchas de las actuales ermitas situadas en la costa y en el interior del bosque se levantaron en los mismos lugares donde siglos antes los celtas construyeron sus santuarios. Quizá, tanto los unos como los otros sintieron al llegar a ese lugar, el poder de la naturaleza.
Este pequeño tributo, va dirigido a un tiempo, en el que la naturaleza era tenida en cuenta por los hombres, respetada, temida y venerada. Hay otra forma de vivir nuestro entorno. Cierto es, que nuestro progreso como especie, nos separa de la superstición y el mito, pero no nos debería separar de la naturaleza, porque si olvidamos eso, que formamos parte de un entorno frágil, estamos condenados como especie, si creamos un mundo completamente artificial, desaparecerá la magia y el alma de las personas junto con nuestro entorno.

Pau Estruch Aparis.

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