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viernes, 24 de diciembre de 2021
Alimoche, Neophron percnopterus: El "gourmet" de la Sierra de Altomira
En pleno verano cuando todas las aves migratorias han vuelto a la sierra de Altomira es cuando más fácil resulta observar el atento y eficiente vuelo del Alimoche que aprovecha las corrientes térmicas para prolongar su tiempo de permanencia en vuelo y la fineza de su observación del terreno.
Resulta fácil reconocerlo no sólo por ser el más pequeño del club de los buitres, sino también por su llamativo por su plumaje blanco y su peculiar y chocante cara amarilla, rodeada de una llamativa gorguera de plumas desflecadas y un tanto despeluchadas en la cabeza y el cuello. A juego con la cara también las patas son amarillas. A tan bizarros rasgos hay que agregar el peculiar color rojizo de sus ojos.
Como suele ser el caso con los buitres, ésta es una especie más bien silenciosa. Muy pocas veces cantan, y si les da por hacerlo suelen recurrir a un tono muy bajo. Esto es algo muy peculiar de los buitres y no deja de ser un interesante tema de reflexión.
Pero si queremos abundar en lo que hace más característicos a estos animales haremos bien empezando por observar sus nidos que, como suele suceder también con las personas, dan un indicio muy claro del tipo de vida que llevan. Sucede con el alimoche como con algunos amigos y conocidos -seguro que a todos se nos viene alguien a la cabeza- que su nido es una precaria y aparentemente descuidada construcción elaborada con ramas secas de arbustos y palitroques de cualquier calibre mezclados con huesos y cráneos de animales, convenientemente recubierto de pieles, plumas, espinas de pescado y desperdicios de lo más varipinto, forrado todo ello con briznas de lana de oveja.
Abundan los ornitólogos que lo describen como un verdadero basurero maloliente.
Esto es fácilmente comprensible sin consideramos que, como es de rigor -rigor mortis podríamos decir-, este ave se alimenta fundamentalmente no sólo de carroña sino de todo tipo de desechos y restos orgánicos de ganados, como las placentas que suele ser una de las más codiciadas finezas gastronómicas. A falta de carroñas o placentas, el alimoche puede comer desperdicios y basuras incluso en las calles de los pueblos.
Eso sí, su menu, aunque variado, tiene siempre un marcado carácter escatológico. Su dieta parece sacada de un libro de conjuros brujiles: peces muertos como el Cerassius y el Cyprinus ; batracios como el gallipato; reptiles como Lagarto ocelado o la Culebra de collar y cómo no “rata común”... incluso se han llegado a encontrar en sus nidos excrementos de perro cuidadosamente transportados hasta la despensa del hogar. Como decía mi abuela: quien guarda cuando tiene come cuando quiere.
En León, Castilla y Andalucía, acude a las majadas del ganado para picar excrementos y lo que haya entre ellos, a lo que debe otro de sus más entrañables -literalmente- nombres vernaculares españoles: el moñiguero.
Aunque a nosotros nos resulte chocante, los alimoches cumplen una importantísima función en los ecosistemas que habita, puesto que no sólo da cuenta de las carroñas sino que lleva a cabo, sobre las vacas por ejemplo, una intensa labor de desparasitación extrayéndoles gran cantidad de garrapatas de las nalgas, ano y cola. Es curioso, cómo describen Congost y Muntaner, la forma en que los alimoches efectúan esta operación. «Se acercan a una vaca que está tumbada en el pasto y le sujetan la cola con una pata apretándola contra el suelo mientras que con el pico van arrancando los grandes ácaros de entre la piel; si alguna garrapata está muy aferrada rascan con la otra pata hasta que puedan sacarla. Esta conducta ha sido siempre observada con bovinos adultos, nunca con terneros, pues éstos con ánimo de jugar persiguen y espantan a los alimoches.
Son los alimoches animales de natural tímido y cuidadose, de forma que cuando descubren un cadáver se muestran reservados y sobrevuelan el lugar durante mucho rato antes de descender y posarse cerca de la presa. Unicamente se acercarán cuando los cuervos, que suelen ser los primeros en ver la carroña y descender, hayan picoteado los ojos, la lengua y otras partes blandas.
El Alimoche ya se ha dicho que es un pájaro eminentemente migrador y en los últimos días de agosto inicia la emigración a Africa que alcanza su mayor volumen durante el mes de septiembre. Para llegar allí tiene que recorrer 4.000 kilómetros todos los años para pasar el invierno en el Sahel.
Los alimoches hacen las puestas en cuevas o repisas de cortados rocosos durante el mes de mayo. No suelen incubar más de dos huevos, de los cuales sobrevive, por lo general, un solo pollo.
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