martes, 22 de enero de 2019

LA VEGETACIÓN EN PENYAGOLOSA


La gran biodiversidad reinante en el macizo del Penyagolosa está originada por los diferentes substratos calcáreos y silíceos y por la combinación de los climas continental y mediterráneo.
            La vegetación en Penyagolosa es un rompecabezas formado por una gran variedad de espacios y paisajes. Existen más de un millar de especies vegetales en el macizo.
         Los pinares son uno de los paisajes característicos de Penyagolosa, existiendo pinares muy extensos, sobre todo alrededor de San juan y en la umbría de la sierra de la Batalla.

Imagen por: Fran Cuenca



            Además de pinares naturales, existen pinares propiciados por la mano del hombre. El pinar de San Juan responde a la visión que en tiempos se tenia de lo que debía ser un bosque, la acción humana desembocó en un pinar prácticamente sin sotobosque donde se puede pasear tranquilamente bajo la copa de los pinos.
            
       En Penyagolosa coexisten cuatro especies de pinos, que responden a diferentes características de clima, orientación y suelo. En las tierras más bajas del macizo abunda el pino blanco o carrasco, Pinus halepensis. Es el  pino que ha colonizado las montañas mediterráneas. En las altitudes medias, aparece el pino negral, Pinus nigra, que aparece en bosques muy humanizados y desprovistos de la competencia de robles y carrascas. En las zonas de suelo silíceo encontramos el pino rodeno, Pinus pinaster, que también favorecido por la acción humana ha ido desplazando a los robledales. Por último, en todas las umbrías y las tierras altas domina el pino rojo, Pinus sylvestris, que es el único que conforma pinares naturales en Penyagolosa.
            El pino rojo es un árbol eurosiberiano, el hecho de encontrarlo en estas latitudes formando bosques es uno de los milagros de estas tierras y un regalo para los caminantes.
            El pino rodeno lo encontramos en principalmente en el monte de la Bertrana, junto a San Juan. Esta compuesto de piedras arenosas, silíceas, que dan lugar a un suelo ácido que conforma una comunidad vegetal diferente. En este entorno, los arces o “aurons”, Acer opalus granatense, aportan un increíble cromatismo al otoño.
 
Imagen por: Fran Cuenca

            Existen pocos cursos de agua permanentes que permitan la formación de bosques de ribera, no obstante encontramos algún ejemplo como las hileras de chopos del ríu dels Molins, también en el rio Carbo y en el barranco del Monso. Pero si existe un bosque único en Penyagolosa es el avellanar, ya desaparecido del barranco del mismo nombre cerca de San Juan pero presente en algunos barrancos de la umbría de la sierra de la Batalla, sobre terrenos silíceos y con abundante acompañamiento de helechos, serbales y manzanos silvestres. La multitud de rebrotes de los avellanos forma una galería que sigue el curso del agua conformando un paisaje único en la geografía valenciana.
            Otra comunidad vegetal, la de los carrascales se va recuperando  lentamente de las épocas de intenso carboneo, conformando un carrascal joven e impenetrable que aún muestra las huellas de la actividad: sendas y replazas carboneras donde se levantaba la pila de troncos cubierta de tierra para producir el carbón.
            En la cabecera de la sierra de la Batalla, en el límite con Aragón encontramos uno de los parajes más sorprendentes: el Xaparrar. Al igual que en las zonas vecinas de Aragón e, incluso en la Comunidad Valenciana en el cerro Calderón, encontramos un bosque de sabinas rastreras y pinos rojos que componen un paisaje diferente, propio de las sierras de Gúdar y Javalambre. Estas sabinas, Juniperus sabina, se han adaptado a vivir en zonas altas y con un clima muy duro, cambiando su porte arbóreo por el de un matorral a ras de suelo. Pero también posemos encontrar, más ocasionalmente, algunos ejemplares de sabina albar, Juniperus thurifera, además de la más abundante sabina común, Juniperus phoenicea , presente en todas los suelos calcáreos compitiendo con los enebros.
            Encontramos dos especies de robles: el reboll o melojo, Quercus pyrenaica, y el quejigo, gal.ler o roble valenciano, Quercus faginea. Los quejigos tienen preferencia por suelos calcáreos mientras que los melojos lo tienen por los silíceos. Poco a poco se van extendiendo por debajo del bosque de pinos en una clara recuperación, especialmente los melojos.
            El Rebollar es un paraje singular dentro del territorio valenciano, siendo uno de los pocos bosquetes de robles que se desarrollan cerca del mediterráneo, a pesar de ser el roble melojo una especie de clara distribución atlántica. Se trata de un bosquete muy espeso de árboles jóvenes que conforman un paisaje peculiar en la Comunidad Valenciana. En el sotobosque abundan los helechos, zarzas, verónicas y alguna especie de orquídea.
 
Imagen por: Fran Cuenca

            La Orden de 16 de noviembre de 1998, de la Conselleria de Medio Ambiente, declaró el barranco de la Pegunta microrreserva vegetal, para favorecer la conservación de una zona de menos de veinte hectáreas, en la cual conviven especies botánicas raras, endémicas o amenazadas como la campanilla de invierno (Galanthus nivalis), la lechuguilla del bosque (Hieracium valentinum), el acebo (Ilex aquifolium) y el tejo (Taxus baccata).

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