La costa Mestral de Menorca reúne
un conjunto de elementos de gran interés naturalístico (Zona Natura 2000 LIC,
ZEPA y Reserva de la Biosfera), etnológico, histórico y paisajístico. También
incluye una finca que adquirió el Ministerio de Medio Ambiente y que pasó a
gestionar el Organismo Autónomo Parques Nacionales, Alfurí de Dalt, con la intención
no fraguada de convertir la zona en un Parque Nacional. Tal riqueza de recursos
concentrados en torno a un enclave tan singular e inhóspito, el acantilado (límite
vertical entre el mar y la tierra), tienen en común una especial lucha por la vida. Como si la abrupta y
repentina división entre el mar y
la tierra del acantilado fuera un aviso de lo delgada que puede ser la línea
entre la vida y la muerte para los seres vivos que allí habitan. Y no sólo a
nivel de fauna y flora, el trozo de costa por el que transcurre el itinerario
está plagado de historias humanas de supervivencia, en algunos casos exitosas y
en otras trágicas. A la magia de ese lugar hay que reconocer que contribuye el
hecho de que sea uno de los puntos de España donde el viento más se deja
sentir, que a través de su fiel correa de transmisión en forma de tempestades
marítimas invernales de tramontana, deja claro la fuerza imponente de la
naturaleza.
A pesar de su enorme valor, a
la práctica se puede decir que es una de las zonas menos valoradas de la isla (debido
seguramente a que es una zona de costa que casi no alberga playas de arena), lo
que se traduce en una nula gestión y ordenación específica de forma paradójica
a su nivel de protección. Dichas circunstancias, unidas a nuevas amenazas de
megaproyectos energéticos que acechan, plantean un importante reto conocido pero no por ello
denostado hasta nuestros días: poder encontrar el equilibrio entre su uso y que
a la vez no se degrade el entorno y sus valores.
Tal vez la solución pase por
conseguir que la sociedad valore debidamente la gran importancia de este
espacio a través de su divulgación, conocimiento y fomento de experiencias
vivenciales adecuadas, ordenadas y planificadas.
A su vez, los diferentes
actores implicados en impulsar una posible figura de protección que vincule una
planificación y gestión específica de la zona, como sería la declaración de
Parque Nacional, deberían implementar una adecuada estrategia comunicativa, ser
pedagógicos y dar signos claros a la población local de su inclusión mediante
procesos de participación efectiva, compatibilidad con los usos tradicionales
respetuosos, y de las enormes ventajas que puede comportar todo ello a nivel de
desarrollo local, turístico, recuperación de bienes etnológicos e históricos
(ya sean materiales o inmateriales). En definitiva, de valorización del espacio
y su conservación para dejar un legado digno a las futuras generaciones.
Contribuir humildemente a
tales soluciones, junto al valor sentimental que uno tiene hacia ese rincón de
isla (al haberlo respirado desde la infancia), es el motivo de este video.
Trabajo realizado por: Agustí Mercadal López
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