martes, 12 de diciembre de 2017

Un afluente de recuerdos y experiencias


El río Guadiana es el cuarto río más largo de la península ibérica con 744 km y el cuarto más caudaloso, transcurriendo por dos países, España y Portugal. Recorre la submeseta Sur en dirección este-oeste, a la altura de la ciudad española de Badajoz toma rumbo sur, que mantiene hasta su desembocadura en el océano Atlántico.

Debe su nombre al paso continuo de civilizaciones por el suelo de la Península Ibérica. Para los romanos era el río Ana (Flumen Anas 'río de los patos') y su cuenca se encuentra protegida legalmente en una superficie de 33.741 km². Los espacios naturales más relevantes son los parques nacionales de las Tablas de Daimiel y Cabañeros (ambos en Castilla-La Mancha) situados en la cuenca española.

Asimismo, la cuenca del río integra tres parques naturales de gran interés medioambiental, igualmente localizados en España: el de las Lagunas de Ruidera (Castilla-La Mancha), el de Cornalvo (Extremadura) y el de Aracena y Picos de Aroche (Andalucía). Hay que añadir, además, el Paraje Natural de las Marismas de Isla Cristina, en la provincia española de Huelva, y la Reserva Natural de Sapal de Castro Marim, en el distrito portugués de Faro.

Por desgracia, la mayoria de estos espacios protegidos se encuentran en un lamentable estado de conservación. A pesar de los esfuerdos de administraciones por recuperar el buen estado del cauce, algunos autores no dudan el categorizar el desastre hidrológico de la cuenca alta del Guadiana como el más grave de Europa Occidental en materia de aguas dulces. Por citar un ejemplo de esa destrucción generalizada, el Parque nacional de las Tablas de Daimiel se alimenta casi en su totalidad con agua del río Tajo y ha habido diferentes proyectos para trasvasar agua de su afluente el río Bullaque.

Se ha hablado y escrito mucho de todos los lugares que he citado, se ha puesto mucho empeño en revalorizar y rescatar todos estos espacios protegidos. Por eso, después de una larga deliberación he decidido focalizar el desarrollo del siguiente trabajo en acercarme a lo desconocido, a fin de descubrir al mundo los rincones ocultos del cauce del Guadiana, en desvelar un lugar en el que la destrucción ambiental todavía no ha llegado. Más vale prevenir que curar, y más aún en materia de medioambiente, donde curar requiere de una inversión de tiempo y dinero enorme en pos de una lenta y sufrida recuperación sin garantías de supervivencia.

Resulta que mi padre nació en Valdemanco del Esteras, un pueblo muy pequeño situado en la frontera entre Castilla-La Mancha y Badajoz, lo que me ofreció desde pequeño la oportunidad maravillosa de alternar mi rutina diaria en la ciudad con vacaciones en el campo, en un entorno totalmente rural y muy ligado a la naturaleza, a la trashumancia y al cultivo de olivares. Muchos son los recuerdos que guardo de aquella infancia feliz y despreocupada en Valdemanco del Esteras, pero sin duda alguna lo que más me llenaba de gozo era ir con mis padres y amigos a pasar el dia en la ribera del río que da nombre al pueblo.

Las calurosas tardes de verano pasaban muy deprisa en las numerosas tablas del río Esteras, cargando mi mente de recuerdos, aromas, sabores, experiencias, sonidos… todas la paleta sensitiva que puede ofrecer la naturaleza allí se desplegaba ante mí en su estado más puro. Allí no solo aprendí a nadar, a jugar, a divertirme… también aprendí a apreciar a los animales, las plantas, el agua, el monte y en general toda la naturaleza.

A día de hoy sus aguas me transportan a esos años de felicidad infinita y me siguen descubriendo el valor incalculable de la naturaleza y sus secretos. Por eso quiero compartir con vosotros algo que para mí es muy importante, algo que alberga un potencial medioambiental y lúdico increíble pero que paradójicamente puede desaparecer antes de tener el reconocimiento que merece.


ENLACES RELACIONADOS:

1-Un afluente de recuerdos

2-Descubriendo el Río Esteras

3-Los molinos

4-Antiguas culturas

5-Disfrutar del agua y la naturaleza

6-Tradición

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