miércoles, 8 de octubre de 2014

Diario de un peregrino 1: Espíritu

Alzira - Pamplona - Saint Jean Pie du Port
Comienzo mi particular camino a las 9:30 asomando a un soleado día por el portal de mi casa.

Cruzando la ciudad en dirección al punto de reunión con mi transporte observo el ajetreado devenir de las personas con que me cruzo tan ajenas a mi causa. En sus atónitas miradas se refleja el desconcierto al observar mi peculiar indumentaria de peregrino que bien poco casa con el ambiente.

Al paso por la muralla siento por vez primera en esta marcha la conexión con las "piedras" que nos evocan tiempos pasados y que espero sean mis compañeras de viaje.
Solo cuando cruzo el Puente de Hierro de la ciudad soy consciente de mi acción y de las consecuencias que ella puede ocasionar en mi vida.

Un pincho de tortilla y probablemente el último café decente que tome hasta mi regreso acortan la espera hasta la llegada de Costa.

Un Volswaghen plateado conducido por un chico búlgaro de unos 30 años y aspecto agradable me esperan con el maletero abierto. 

Por cientos se cuentan sus batallas como soldador que le han llevado a trabajar por media Europa. Por otra parte Rosi, la otra pasajera recogida en Valencia, se mantiene callada y en reposo a causa de la resaca tras la última noche de vacaciones en la capital del Turia.
Cientos de buitres, águilas y milanos nos acompañan por tierras aragonesas. El viaje de 6 horas pasa en un suspiro entre anécdotas y risas.

A la llegada a la capital navarra nos despedimos conscientes de que posiblemente jamás nos volvamos a ver (la cara y la cruz del BlaBlaCar).

Un tour express por la ciudad en busca de la Oficina del Peregrino, ciudad bien conocida por anteriores viajes y que sigue manteniendo todo su encanto particular. La calle Estafeta y su famoso horno Beatriz, la Plaza mayor recién engalanada para la feria del libro, su monumento a los San Fermines, en fin.. Pamplona.

De vuelta en la estación de autobuses me despido de esta hermosa y tranquila ciudad, pero no es un adiós ya que en 3 días volveré a recorrer sus calles siguiendo los pasos de cientos y cientos de miles de peregrinos que antes que yo han emprendido un viaje similar.

El autobús recorre a toda velocidad la sinuosa carretera que nos conduce a la última villa del país galo y desde la que da inicio nuestro camino. 20€, y el estómago revuelto por escribir estas lineas durante el trayecto, son el precio a pagar por realizar la que es quizás la etapa mas hermosa del Camino francés.


Albert, catalán nacido en Lloret de Mar, 23 años. Toda una sorpresa al bajar del autobús, otro joven aventurero que también viaja solo. Tras las presentaciones y un rápido entendimiento entre ambos nos dirigimos a toda velocidad a la Oficina del Peregrino. Preguntamos en varios comercios que amablemente nos indican la dirección a seguir por la calle de la Ciudadela. Una señora de unos 80.000 años nos aborda ofreciéndonos, en perfecto español, una habitación doble en su casa particular por nada menos que 40€ la noche, no sin antes advertirnos de la amenazante plaga de chinches de los hospicios de la zona.

La Oficina, que se encuentra abierta hasta las 21:00 nos facilita la credencial y el sello propio de la visita. Una señora con peor español que mi francés, nos muestra un listado de albergues, precios, plazas, etc.

De vuelta a la Rue de la Citadelle, nos dirigimos al primer albergue que encontramos, el Bellari sito en el número 40, y que según el papel informativo tiene un coste de 11€ la noche. El amable posadero (recuerda al actor Roberto Benigni, de la Vida es Vella en aspecto y afabilidad) nos da la bienvenida con una amplia sonrisa y nos indica que llegamos justo a tiempo para la reunión familiar. 

El precio final es de 30€ por la pernocta, la cena, desayuno y un bocadillo para el camino.
Qué grata sorpresa, cuándo en efecto, el albergue está organizado como una gran familia en la que cada noche los miembros son distintos y en que los anfitriones repiten su papel, Joselu (Jose Luis un vasco que cumple con su cometido con una cercanía admirable que hace cada noche especial) y Elizabeth (americana de rasgos latino de mirada cálida y cariñosa parece haber encontrado su lugar en el mundo, cuenta su historia como si fuera la primera vez que lo hace) o esta gente actúa muy bien o saben vivir. 
La función comienza en un pequeño patio interior ambientado con una pequeña fuente, velas y una columna de los propósitos. Se ha formado un variopinto grupo sentado en círculo. El director empieza a armonizar el ambiente con una breve presentación y unos chupitos de moscatel para abrir el 'meeting family' con un brindis por nuestros Caminos.

Uno a uno somos requeridos para dar nuestra hoja de presentación, resulta increíble las nacionalidades tan variadas en un grupo de tan solo 18 persona. America, Alemania, Irlanda, Canarias, Suiza, Holanda, Inglaterra, Nuevo México o Corea están representados por estos humildes viajeros.

Tras escuchar ensimismado todas las historias personales de mi familia de esta noche, empiezo a vislumbrar lo maravilloso del Camino. Numerosos son los motivos del viaje emprendido, múltiples los objetivos, una ruptura, la jubilación, un cumpleaños o una promesa, pero todos buscan en cierto sentido llenar el espíritu de algo que parece poseer el Camino. Qué será eso que todos buscamos? Existirá realmente o se encontrará en nuestro interior? .

Tras una agradable cena compartiendo experiencias con mi ya amigo de 66 años Mariano el sevillano, una reconfortante ducha antes de acostarme en la litera de una habitación compartida entre 4 con mis primos coreanos de 1 sola noche.

Apagamos la luz a las 22:20 con los tapones en los oídos para no tener que estrangular a mi amigo Mariano y afrontar con energía y entusiasmo la dura etapa de mañana hasta Roncesvalles.

El verdadero viaje de exploracion no es una busqueda de nuevos paisajes sino mirar con otros ojos. 

Si sigues con los pies en la tierra no avanzas ni un solo paso.

Dios, dame la calma para aceptar lo que no puedo cambiar, el valor para cambiar lo que puedo cambiar y la sabiduria para distinguir entre los dos.


Jose Alemany

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