viernes, 10 de octubre de 2014

Diario de un peregrino 3: Hospicio


Roncesvalles - Zubiri

El ajetreado despertar, antes de lo previsto, por las decenas de peregrinos en movimiento augura una jornada húmeda y cansada.

Recojo mis escasos efectos personales y recorro por última vez los fríos pasillo de piedra del albergue. Me llama la atención una larga mesa sobre la que se encuentran expuestos varios objetos (libros, camisetas, zapatos o una esterilla entre otros. Sobre éstos una leyenda dice "coge lo que quieras". Más adelante otra mesa dispone del 'Diario de Oro del Peregrino' en el que, una vez más, es posible plasmar nuestra intención o sentimiento. En el mismo pasillo, la lavandería, el comedor, una cocina pública o la biblioteca completan la oferta de servicios del albergue.


Al salir al patio, el frío y la humedad se adhieren a mi rostro. La lluviosa noche dará paso a una atmósfera limpia y pura.


Iniciamos el Camino cuando todavía no ha despuntado el día, atravesando veloces la distancia que separa Roncesvalles de la hermosa localidad de Burguete. 


Decenas de peregrinos se amontonan a la entrada del primer supermercado que nos sale al paso. El desencanto de la masificación  empieza a rondarme por la mente.


Superada la alargada localidad, peculiar por sus canales a ambos lados de la carretera que corta el pueblo longitudinalmente, el Camino nos conduce entre una serie de pastos que progresivamente se convierten en fresco y húmedo bosque hasta llegar a Espinal, otro pequeño pueblecito en el que podríamos destacar su particular iglesia de porte pirenaico.


El sendero, descendente en su mayoría, nos conducirá directamente a otra villa de similares características. A nuestra derecha una montaña protesta con una gran leyenda rocosa, "SOS", ante el proyecto minero que pretende horadarla de muerte. Las abundantes zarzas nos ofrecen jugosas moras silvestres, los fresales sin fruto por estas fechas, en cambio, aportan su intenso verdor a una paleta de colores que las cámaras fotográficas todavía no han aprendido a inmortalizar. 


Al rebasar Vizkarreta nos adentramos finalmente en un espeso bosque monopolizado por enormes hayas de lisos y erectos troncos grises. Una amenazante nube comienza a descargar sobre las copas de los árboles anunciándonos el momento de equiparnos con los impermeables. 


Pocos sonidos como el repiqueteo de las gotas de lluvia producen una misma sensación en tantas personas, calma y tranquilidad, es la magia de la lluvia. 


Al paso descubrimos, cual pequeños tesoros semiocultos en el esponjoso musgo, un rovellón. Sano y de piel tersa será el primero de otros tantos. Poco a poco y con la precaución del corte a navaja respetando el micelio, hasta conseguir reunir a lo largo del sendero unos 5 kilos aproximadamente. El bosque provee, Es la magia de la naturaleza.
Nos aproximamos a Zubiri, final de la etapa de hoy tras 21 km del recorrido mas hermoso que probablemente disfrutemos hasta la llegada a Santiago, cuando nos asalta la duda de cómo podemos cocinar los hongos recolectados. Nos encomendamos al verdadero espíritu del camino, al afán de asistencia al caminante, a la protección centenaria que el Camino ha ofrecido al peregrino y decidimos buscar algún amable posadero que se ofrezca a preparar el suculento manjar a cambio de parte del botín.


La tarea resulta de primeras impensable si atendemos a la sociedad en que acostumbramos a vivir, pero amigos lectores, no nos olvidemos que nos encontramos en el Camino de Santiago y venimos equipados de un espíritu puro y sincero.


A la entrada del pueblo cruzamos el Puente románico de La Rabia, en que, según cuenta la leyenda, antaño los moradores de la zona llevaban a los animales contagiados con la rabia a su inferior y rodeaban su pilar central 3 veces. Con este rito el animal no quedaba libre de la enfermedad, pero se veía incapaz de morder.


Acudimos al primer bar que encontramos a nuestro paso para realizar la extraña petición que también repetimos en la tienda de comestibles adyacente a éste. La negativa del propietario va acompañada de "no vais a encontrar a nadie que os los cocine".
Cabizbajos y medio derrotados, sentados en el banco de una callejuela esperamos la obra del Camino, cuando del bar mencionado surge una señora de aspecto amable pero mirada distante que no había podido evitar oír nuestra petición. Tras interesarse por la gran recolecta de setas y mostrárselo a su marido que también se encontraba en el lugar tomando el vinito de rigor antes de la comida, le explicamos nuestra situación. Un largo análisis a nuestras personas y una experta radiografía a nuestro espíritu de quién lleva años viendo pasar a peregrinos ante su casa, momentos antes de ofrecernos una invitación a su hogar.


Descargamos las mochilas en el porche de grandes vigas de madera mientras otra señora de rasgos familiares recoge perejil de unas jardineras. Una jovenzuela de ojos risueños nos invita a pasar a la cocina donde la familia al completo se ha puesto manos a la obra de forma casi ensayada. Nuestra anfitriona dispone los hongos sobre una bandejas mientras el horno comienza a coger temperatura. Entretanto, el resto del equipo disponía una tabla de chorizo, una ensalada de tomate regado de abundante aceite, ajo y sal, una botella de vino y rebanadas de pan todo en un ambiente casi cotidiano. 


El aroma proveniente de las setas asadas impregna cada rincón invitando a los comensales a la mesa. La afable anfitriona toma asiento junto a su esposo, su sobrino y tres desconocidos peregrinos que no logran salir de su asombro ante tan cordial invitación.


Un simple y rico hervido de judías de la huerta junto a unos filetes de ternera en su punto preceden al plato estrella. Cuando llega la fuente de los rovellones condimentado con su picadillo, los sentidos se disparan y nuestras papilas ansían catar semejante bocado. 
Simplemente, sabroso.

El ambiente es distendido y la atmósfera en esta humilde casa se ha tornado familiar y cercano, ya muy alejado de las primeras impresiones. El intercambio de opiniones y experiencias resulta enriquecedor regado por un exquisito pactarán elaborado por un comercio local. 

La sobremesa se alarga hasta pasadas las 5 de la tarde. Finalmente nuestra acogedora amiga nos ha convencido a pernoctar en Zubiri gracias al amor que siente por su concejo.
Cualquier palabra es insuficiente, cualquier agradecimiento escaso, cualquier alabanza se queda corta y es que no encontramos modo alguno de transmitir nuestro agradecimiento, no solo por la hospitalidad sino por mantener vivo el espíritu del camino, hecho impagable en los tiempos que corren. Es la magia del ser humano.


Nos despedimos de nuestra familia de hoy cargados de viandas para el viaje, fruta, huevos, sal, perejil y unas camisetas deportivas que nos vendrán fenomenal. Les deseamos, como a cada persona de espíritu bondadoso, lo mejor en la vida.


Seguimos nuestro camino hasta el albergue municipal donde encontramos cama por 8€. Tras la visita al pequeño pueblo y compartir experiencias con los peregrinos que nos JOSvamos encontrando regresamos para asearnos y preparar en la cocina un delicioso revuelto de setas con los hongos sobrantes. 


Ya recostado en el jergón correspondiente, escribiendo estas líneas, repaso las experiencias únicas vividas en el día de hoy, y solo una cosa me viene a la mente, este Camino tiene magia.
Jose Alemany

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