Diario de un
Peregrino Primitivo V
Tineo - Borres;
16,2kms
Lluvia. Asomo por
la puerta acristaladas del albergue y observo como la gente monta perezosamente
sus tenderetes del mercado bajo la incesante lluvia.
Algunos ya venden
sus productos bajo los balcones convertidos en improvisados refugios.
El resbaladizo suelo
de la plaza muestra la intensidad de las gotas. El sol parece no querer
despertar. Las nubes filtran la luz tiñendo los edificios de se melancólico
gris tormenta.
No tenemos más
remedio que equiparnos con los engorrosos impermeables y emprender la marcha
por los, segurísimo, encharcados camino.
Cuando uno camina
bajo la lluvia se siente bien. Normalmente corremos a cubierto, pero no hay
nada como pasear libremente bajo el agua y poder absorber la energía que fluye
hacia la tierra y que es el germen de todo lo que nos rodea.
Por eso agradezco
poder gozar de un ambiente como este, en que la atmósfera ha sido barrida, la
vegetación se presenta exuberante y la tierra fresca, húmeda y fértil.
Llegó el momento
del almuerzo tras 9kms y no encontramos mejor lugar que las solitarias ruinas
de un monasterio abandonado.
Todavía puede
observarse su claustro y parte de sus estancias que reclaman auxilio a una
administración incapaz de conservar todos sus tesoros.
El graznido de una
urraca y los chorros que se precipitan desde el tejado retumban entre los
muros. Nada más. Las ruinas, la lluvia y la vegetación invasora que fusionan
una estampa antigua, milenaria.
Os quiero presentar
el chosco que es un embutido sobre intestino grueso que se rellena de piezas de
solomillo y lengua de cerdo adobado con pimentón y ajo y que está para comérselos
de 2 en 2.
Seguimos esquivando
los charcos del camino que crean las rodadas de los tractores. La mochila
siempre va llena de castañas que ahora aparecen a cada paso y que asaremos para
acompañar la tarde de lluvia.
En dos horas
escasas llegamos a Borres. El mal tiempo no nos ha permitido coger un buen
ritmo así que si queremos tomar el desvío de Hospitales tendremos que dormir en
el cochambroso albergue de este pequeño pueblo.
Nos dirigimos al
Barín de Borres, dónde hay que pedir la llave. Aprovechamos para comer puesto
que no hay mas tienda ni bar que este establecimiento.
El menú es bien
sencillo, productos de la tierra.
A veces me
preguntan cuál es mi comida favorita, a lo que yo siempre respondo lo mismo,
"depende del momento", y hoy mi comida favorita son unos huevos
camperos con patatas cortadas a mano y chorizo. A quién no se le haría la boca
agua...
Tras la copiosa
comida (menos mal que no tenemos que continuar andando), nos dirigimos al
albergue donde nos reencontramos con nuestros amigos de Camino franceses. Una
pareja de 23 y 26 años con los que coincidimos en varias etapas.
Por suerte él es
fisioterapeuta y me echará un ojo al tobillo, es hermanamiento del Camino.
Cómo enseñar a un
francés a jugar al parchis? Pues usando el francés, el inglés, el castellano,
el valenciano y el lenguaje universal, los gestos.
Las botellas de
sidra corren mientras la señora Gloria nos prepara unas sabrosas tortillas, con
los huevos de sus gallinas, de atún, jamón y chorizo. Natillas y queso con
membrillo.
No puedo dejar de
mencionar que toda la bebida, tortillas, pan, papas, los 4 postres y unos
montaditos de tocino frito casero (el cerdo era de casa) tan solo nos costó 20€.
Así, con el estómago
y el espíritu llenos nos vamos a descansar al que, al final de todo, no ha sido
tan mal albergue.
***
Todos tienen
cabida en el Camino, no importa quién o cómo seas, lo que tengas ni de donde
vengas. Eso, es magia.
.Jose Alemany
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