lunes, 16 de noviembre de 2015

Construir el paisaje en torno al Júcar

                     

     El río Júcar a su paso por la ciudad de Alzira en una tarjeta postal de los primeros años del siglo XX.

A lo largo del curso del río y del curso de la historia, el ser humano ha aprendido a convivir con el Júcar: ha consumido sus aguas y ha utilizado su curso como senda, ha sabido aprovechar su fuerza para todo tipo de industrias, ha fertilizado los campos con él y lo ha hecho moler el cereal de su pan. Es una relación estrecha: el río condiciona el modo de la vida de los seres humanos; los seres humanos, por su parte, luchan por dominarlo y, en su empeño por domesticar la naturaleza, modifican el territorio creando nuevos paisajes.


La cultura del agua, incluyendo en ella el conjunto de prácticas y tecnologías, se ha dado a lo largo de todo el curso del Júcar desde la prehistoria, pero ha sido en el tramo final del río, próximo ya a la costa mediterránea, donde esta ha presentado una mayor riqueza y complejidad. Debido a la bonanza de su clima, suavizado por la presencia del Mediterráneo.  La desviación de cursos o el mantenimiento de infraestructuras para el riego ha tenido una recompensa generosa. Precisamente la creación de infraestructuras cada vez de mayor envergadura comenzando con la creación de la Acequia Real del Júcar en el siglo XIII, en plena Reconquista, pasando por los embalses aumentados, modernizados y mejorados a lo largo de las últimas décadas.


La tecnología que hizo posible un regadío tradicional que fue creciendo a lo largo de los siglos tuvo que atender a la captación del agua y a su acumulación, pero fundamentalmente tuvo que resolver el problema de transportar y distribuir el agua desde el río hasta las parcelas de cultivo. Acequias y norias destacan como elementos esenciales para esta tarea.



La noria de rio permite el riego en zonas altas como sucede, por ejemplo, en la vega que se abre una vez que el Júcar atraviesa El Picazo. La singularidad de este ingenio tradicional, instalado casi siempre en pequeños cauces o acequias de derivación, es que no solo permite regar tierras más altas que el cauce sino que, para hacer ascender el agua, se utiliza la propia fuerza del agua. La instalación de norias se solía completar con pequeñas represas, azudes, compuertas y, por supuesto, canalizaciones que llevarían el agua hasta el terreno preparado para el riego.

Los canales de riego, desarrollados en la época romana, fueron mejorados durante la etapa islámica, tomando desde ese momento el nombre de acequias. De todas las acequias históricas de este río, la más significativa de todas es la Acequia Real del Júcar.



La construcción de la Acequia Real del Júcar, permitió intensificar el regadío en el primer tramo y extenderlo notablemente más abajo en una de las ampliaciones agrícolas más ambiciosas de la España ilustrada.
Las consecuencias fueron muy importantes y abarcaron desde el cambio de los cultivos, con un crecimiento importante de la superficie destinada al arroz primero y luego a la naranja, hasta los cambios en la propiedad de la tierra que terminarían por redundar en la estructura económica y social de toda la región.





Realizado por: 
Carlos Carrascosa Castell
Jose Mª Mico Hernandez
Edson Diaz Gamiz
Jose Vte. Balbastre Marti



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