La necrópolis era la ciudad de los muertos, y la mayoría se encuentran fuera de los poblados. Se creé que los difuntos del poblado de la Bastida, así como los íberos del poblado del Castelleret de Baix, eran enterrados en la necrópolis Ibérica del Corral de Saus. Se encuentra junto a la actual autovía a Albacete desde Valencia, el mismo camino por donde debieron transcurrir en su momento el Camino de Aníbal y la Vía Augusta. Aunque actualmente, se encuentra destruida en su totalidad.
Imagen del ritual de incineración (Museo de Moixent). |
El rito funerario ibérico más utilizado, era la cremación. El ritual era diferente en los neonatos y niños de pocos meses de edad, no se cremaban, sino que eran inhumados bajo las casas. Los restos quemados se lavaban y junto con su ajuar, armas, herramientas, objetos de adorno personal, luego se introducían en una urna de cerámica. Con frecuencia se celebraba un banquete ritual cuyos restos se depositaban también en la tumba.
A principio de siglo V a.C. aparecen en los cementerios los pilares-estela. Son monumentos de piedra que señalizan las tumbas de personajes dominantes. Se elevan entre 1,5 y 3 m. sobre un basamento escalonado hasta rematar un capitel decorado con temas vegetales, volutas y esculturas figurativas. La decoración se incluye en la parte central del pilar y el vuelo de la nacela del capitel, y se trata normalmente de relieves de guerreros, caballeros, damas y seres fantásticos y exóticos.
Imagen de una vasija funeraria, restos de ajuar calcinado y en el fondo parte de un pilar-estela (Museo de Moixent). |
La forma de la sepultura variaba en función de la condición social del difunto. Las tumbas más frecuentes son simples fosas donde se depositaba la urna y el ajuar. Los grupos dominantes señalizaban tumbas con grandes monumentos construidos con sillares como torres y pilares-estela que, en ocasiones, se adornaban con esculturas como las halladas en el Corral de Saus.
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