Desde que empieza la subida de temperaturas lo suficiente como para que sintamos la llamada de la época de amores, nos planeamos el esperado viaje a este espacio natural. Viniendo desde el sur del Sahara, encontramos aquí, en estos paisajes, ecosistemas asociados y usos tradicionales de recursos, tanto para mí, como para muchas especies, residentes e invernantes, una buena oportunidad de prosperar y dar continuidad a nuestra especie.
En
nuestro caso, es en abril cuando comenzamos a llegar y encontramos en los
taludes terrosos, de mayor o menor altura, el sitio ideal para excavar nuestras
galerías, donde, con una pareja adecuada criaremos una nidada de
“abejaruquines”, de entre 4-5 y hasta 7 individuos. Estas excavaciones solemos
hacerlas en una misma zona lo que nos hace tener vecinos de nuestra misma
especie, (somos aves coloniales) y depende de los recursos y características
del enclave, a veces, hasta tenemos vecinos de otras especies.
Nido de mochuelos en la pared de tierra, en plena colonia de abejarucos.
Nuestra dieta gira en torno a los himenópteros,
mariposas, tábanos, libélulas, cigarras, escarabajos y también abejorros y
abejas, hecho que no nos hace estar bien vistos por algunos apicultores del lugar,
que se quejan de que a veces causamos notables bajas en las colmenas que tienen
para obtener miel.
En
nuestra defensa he de decir que nuestra dieta es muy variada en insectos, por
lo que el porcentaje de abejas que capturamos no es demasiado relevante como
para justificar esta mala fama. De hecho, lo que realmente nos gusta y resulta
divertido es cazar al vuelo una libélula u otro insecto de tamaño similar y
tras parar en un buen posadero, golpearlo enérgicamente una y otra vez contra
el propio posadero, para en cuanto lo notamos atontado o moribundo, comerlo tan
ricamente o llevarlo al nido.
Estos
posaderos se convierten en puntos muy visitados ya que además de esta función,
nos permiten otear, hacer pequeños descansos e incluso expulsar las egagrópilas
que se nos forman con las quitinas indigestas de nuestras presas.
Así
pues, por nuestra parte no podemos mas que manifestar nuestro agradecimiento a
apicultores y agricultores que con su actividad mantienen una buena población
de abejas, y como consecuencia adecuadas floraciones, mejorando la
biodiversidad y mayores poblaciones de otros insectos, que no hacen más que
enriquecer este espacio natural.
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