El
aislamiento de este lugar afloró la necesidad de sus habitantes a ser
autosuficientes, induciéndoles a actividades culturales como la agricultura y la ganadería
extensiva creando aéreas de cultivo y de pastos.
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| Foto propia. |
La pequeña agricultura de montaña era la subsistencia del hombre y de su ganado, generando unas formaciones vegetales que necesitaban de la interacción del hombre para su conservación. Los habitantes tuvieron que aprender a vivir estrechamente
relacionados a la tierra. Esto incidió de manera diferenciada sobre el
territorio, construyendo paisajes singulares con diferente grado de desarrollo,
generando de vez paisajes naturales y culturales de extraordinario valor.
La actividad agrícola y ganadera
tradicionalmente era el pastoreo extensivo, que favoreció las formaciones
pascícolas de media-alta montaña como los pastos húmedos siempre verdes
dominados por Nardus stricta y los pastos secos de Festuca
indigesta.
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| Foto propia. Zona destinada a pasto para el ganado. |
Así pues, los lugareños aprendieron a aprovechar su entorno y vivir de sus recursos naturales. Los productos gastronómicos de origen natural fueron otro incentivo para la población local. La producción de miel es otra labor propia de estas tierras.
Los castañares o “soutos”, (formaciones de
Castanea sativa) son otro bien de vital importancia, pues son un importante recurso para la población local, ya que es donde se obtienen las castañas, ingrediente principal
de la gastronomía local. Además, de estos preciados árboles se aprovecha también su valiosa madera, tan apreciada por ebanistas y carpinteros.
En estos bosques, al contrario que en los bosques mixtos, si se impide que se asienten otras especies para así mejorar sus aprovechamientos e incluso se utilizan como zonas de pasto.
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