lunes, 31 de enero de 2022

Revitalizando cuerpo y alma


    
El agua ejerce un poder ineludible de atracción, una llamada natural a la que todos respondemos tentados de un modo u otro. Ya de lejos, el sonido de su corriente nos invita a acercarnos, a descubrir la fuente que reclama nuestros instintos primordiales. Es inevitable, donde el agua es anfitriona, la vida es huésped. Sacia nuestra sed, limpia nuestra piel y donde se encuentra reunida nos obsequia con la posibilidad de adentrarnos en ella. Un baño, un chapuzón, sumergirnos y flotar suspendidos, libres de cualquier tribulación, mecidos bajo su amparo de cristal.

 

Nadando en el Pou de la Reixa. Foto: Amics i amigues del Pou Clar.

 

     Frío, tan odiado y tan amado, en invierno y en verano. Pues aquí en el Pou Clar, darse un baño en julio o mayo, es tan frío como en fin de año. Es por eso que aunque nieve, aún verás que alguien se adentre. Por qué el agua de manantial, refresca siempre por igual. Esto lo aprovechan deportistas y no deportistas, que encuentran virtudes fisiológicas muy beneficiosas. Vienen niños a jugar, dando saltos desde lo alto o nadando, nada más. Los mayores también van, que aunque tantos saltos ya no dan, si que acuden a meditar. Pero al margen de la edad, vayan o vengan a mirar, muchos buscan en realidad remojarse en el Pou Clar.

 

Joven saltando al agua del Pou de la Reixa. Foto: Joan Castillo.

 

 

       Si que es cierto que en verano, a más gente verás llegar, aunque durante el resto del año a muchos encontrarás. En los meses de calor, las visitas buscan refrescarse, pero el regalo de un buen baño nos lo ofrece todo el año. Haz la prueba, ven sudando y seguro te vas a tirar. Luego asómate anocheciendo y su magia verás brillar, reflejando la luna en su manto y seguro pensar en nadar te hará despertar y soñar.

 

Pou Clar en verano de 2020. Foto: elperiodic.com

 

       Creerás que al paraje la fama le viene de nuevo, que las redes lo han expuesto y se abusa con excesos. En pleno agosto, verás que es famoso, que familias y familias lo anhelan visitar. Pues te digo que, si bien es cierto, hace ya medio siglo que se suele abarrotar. Creeme, que en los sesenta ya subían en bus al Pou Clar, que accedían a pie por la senda o aparcaban al llegar.

 

Pou Clar en la decada de los 60. Foto: Juanma PG.
 
Bus que subía al paraje en los 60. Foto: Amics i amigues del Pou Clar.

     A mediados del treintaitrés, hace ya casi cien años, publicado en "La Paz Cristiana", se denuncian las andanzas de nudistas forasteros:

"Del sonrojo que les causa ver empeñada la nitidez del cielo de esta Ciudad de la Purísima con el negro manchón de la colonia naturo-nudista bisexual que toma los domingos por asalto el Pou Clar con escándalo de los incautos que se aventuran por paraje tan típicamente onteniense"

 

    Y es que claro, parece que el paraíso invita, y el encuentro como mínimo, inquietud suscita. Si a ti te ruboriza, seguro que esto te tranquiliza, pues seis años más tarde se publica un edicto que explicita:

"En vista de las innumerables denuncias que han llegado a alcaldía relativas a los constantes ataques a la moral y decencia públicas que se cometen por los que, en forma indecorosa acuden a bañarse en distintos puntos del río Clariano, se conviene tomar enérgicas medidas en evitación de tales actos intolerables e incompatibles con el espíritu y las normas moralizadoras de la España Nacional, por lo que se publicarán bandos advirtiendo a los bañistas la obligación de vestir trajes decorosos”

 

    Es querido, de eso no hay duda, pues amigos y amigas lo cuidan asociándose en su nombre. Se reúnen en concilio y atesoran sus pasajes, haciendo honrosas memorias de este preciado paraje. Entre archivos y registros, comparten historias de éxitos, algunas de aquellos años setenta. Como el caso de un amante, enamorado del Pou Clar, que originario del levante llevó su gloria a un glaciar. Hablamos de Hèctor Verdú, alcoyano de nacimiento y aventurero de renombre, que a Ontinyent enorgullece con gestas de bautismo. De expedición al Ártico, coronó la gran isla de hielo, Groenlandia, donde gracias a él una cima es llamada Puig Ontinyent.

 

Hèctor Verdú en Groenlandia en 1970. Foto: Amics i amigues del Pou Clar.

 

    Y si aún dudas de cuán fría está el agua del Pou Clar, atiende: Verdú en Groenlandia puso su nombre a un glaciar.

 

Hèctor Verdú acompañado en el Pou Clar nevado. Foto: Juanma PG.

 

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