Al hablar de Ribeira Sacra y para entender la historia de las gentes de este lugar, hoy espacio natural protegido, también debemos conocer detalles dolorosos y no menos importantes histórica y socialmente, como la construcción de embalses para aprovechamiento hidroeléctrico en estos escarpados cañones que tuvo lugar durante la época franquista, a mediados del s.XX.
El Sil y el Miño pasan embalsados por estas tierras, donde cuatro presas cortan su camino. Belesar y Os Peares, en el Miño, y San Pedro y Santo Estevo, en el Sil. La profunda transformación que estos provocaron en los paisajes de la Ribeira Sacra, terminaron con un modo de vida que es irrecuperable y ya no volverá.
NO-DO sobre la construcción de Belesar.
Interesante ver el antes y después de estas tierras.
El agua embalsada cubrió miles de hectáreas (2.000 en Belesar), en su mayoría de terrenos destinados durante siglos a uso agrícola, pero también aldeas ribereñas y parajes emblemáticos. La compensación económica que dejaron los embalses en estas tierras fue ridícula para sus pobladores, muchos de los cuales, en vez de mudarse a lugares próximos, optaron por probar suerte emigrando, al quedarse más pobres aún de lo que eran.
Obras de construcción embalse de Belesar. Foto: Archivo A.P. |
Obras de construcción embalse Os Peares. Archivo Roi Fernández. |
Ejemplos de ello son la antigua, y hoy sumergida, villa medieval de Portomarín que había sido declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1946 y cuya población fue trasladada 500 aguas arriba al nuevo Portomarín. La misma (o peor) suerte tuvieron otras 26 pequeñas aldeas ribereñas del Miño como Abideira, Porto, Santa Marta, Pincelo, A Samugueira, San Paio, Mourulle, A Hermida o Ribó, algunas de las cuales permanecieron 48 años bajo las aguas del encoro de Belesar, hasta que en 2011, un vaciado extremo por obras en la presa permitió a algunos vecinos volver a sus aldeas y bodegas, algunas casi intactas, como las habían dejado.
Trailer "Asolagados".
Premiado documental sobre las historias que el agua se llevó.
Algunos de estos pueblos servían de verdaderos puertos fluviales, y hacían de puente gracias a típicas barcas propulsadas a remo o a vara transportando personas, animales y mercadorías que atravesaban el río para acudir a ferias y fiestas al otro lado (días de más transito). Pero también hacían la función de recoger las uvas vendimiadas en zonas poco accesibles e incluso hay constancia de que en algunos lugares se contrataba el uso de la barca por parte de la familia de algún difunto para los asistentes al funeral.
Barca de paso en Sernande (Chantada). Foto: Archivo Roi Fernández. |
Hasta la segunda mitad del s.XX, el espacio de estas barcas en el río fue destacado, cuando existían en la zona al menos doce pasos o "puertos" . Con la construcción de puentes y embalses fueron menguando su número llegando a desaparecer, así como el trabajo de barqueiro y el de carpintero especialista en su construcción, además de cesar el contacto entre vecinos de ambas orillas.
Distintas embarcaciones tradicionales. Fuente: Ecomuseo de Arxeriz. |
Importantes parajes quedaron afectados también con la construcción de estos colosos de hormigón, el ejemplo más destacado es Castro Candaz. Se trata de un promontorio entre los ríos A Lama y Enviande, que en ese punto vierten sus aguas al Miño. En este lugar fundado por el cónsul romano Lucio Cambero, tuvieron lugar sucesos históricos como batallas contra romanos y normandos, refugiándose en su fortaleza los nobles de la villa de Chantada. Esta fue derrumbada en las Revueltas Irmandiñas del s.XV y reconstruida posteriormente para, como se cree, controlar un puerto fluvial.
Castro Candaz a vista de drone. Foto: Guillermo García. |
Castro Candaz tras vaciado extremo de la presa. Foto: Adrián Estévez |
Hoy en día solamente se pueden ver restos ruinosos de aquella fortaleza y lo que se puede intuir de sus murallas, además de bancales que fueron construidos posteriormente con su piedra. Lo que hace especial a este lugar es que está bajo las aguas y aunque se pueda ver casi cada año en época estival, el acceso a pie solo es posible cuando las condiciones y el nivel del agua lo permiten, volviéndose un lugar de auténtica peregrinación y siendo considerado por algunos como la “Atlántida galega”.
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