Curiosidades, leyendas y Antiguas profesiones
Un bosque mágico donde habitan los duendes, las hadas, los elfos, los gnomos …y todos esos seres mágicos que han buscado en este rincón de la zona noroeste de la Comunidad de Madrid, un inmejorable refugio ante el avance de una tecnología y de un excesivo desarrollo de hormigón, hierro y cristal, que aniquila, asusta y hace esconderse a estos curiosos seres de la naturaleza que son visibles únicamente para algunos, para aquellos que se lo merecen y que los buscan con ojos de niño, pero que se encuentran ahí agazapados observando todo cuanto a su alrededor ocurre.
Ese lugar que guarda en sí mismo la leyenda de todos y cada uno de los seres mágicos señalados. Allí está el elfo que vive junto al haya cuidándola para que no sufra ningún peligro; el hada que se esconde precipitadamente tras unas hojas para no ser vista; el duende, juguetón por naturaleza, que hace ruidos para alarmar al caminante y que incluso intenta desorientarle, e incluso puede llegar a castigarle duramente si ve que comete algún abuso con el espacio natural que se le ofrece. Si aquel que recorre los senderos escucha, con atención, puede oír la voz o el canto de alguno de ellos que le piden que sea dulce con los árboles y amable con el espacio que está visitando.
A aquellos que les guste el tema de la ufología, cuando a finales de los años noventa la Junta de Jefes del Estado Mayor desclasificaron los casos documentados de avistamientos ovni en España, había referencia a un objeto luminoso que el 14 de octubre de 1995 sobrevoló el hayedo.
La figura de los carboneros fue muy típica en los pueblos, con sus silbatos y trompetillas, junto a sus ennegrecidos carros, esperando que las vecinas salieran a la calle para comprar carbón para cocinar o para los braseros. La carbonera es una pila de leña que se forma de modo artesanal colocando los propios troncos de leña en forma de cono y cubriéndolos de una capa de tierra de unos de 20 cm de grosor. En la parte superior del horno se practica una chimenea y se hacen respiraderos en la base para avivar el fuego. Se introducen brasas por la chimenea y se alimenta con tacos de madera regularmente, llevándose a cabo la combustión en ausencia de oxígeno.
EL TEJERO
La Puebla de la Sierra y Montejo de la Sierra abastecían de tejas al resto de las poblaciones cercanas. Cada cinco o seis años, y siempre durante el verano, se ponían en marcha los hornos para reponer las tejas de las casas viejas y proveer a las de nueva construcción.
Fuego, agua, arcilla y un monte donde abastecerse de leña es todo los que necesita el tejero para realizar su trabajo. La teja es una pieza de barro cocido y de forma acanalada que cubre los tejados de las casas y que permiten escurrir el agua de la lluvia. En ocasiones, también se encargaban de construir baldosas y ladrillos de barro mezclado con paja (adobe) que se usaban para hacer tabiques.
La materia prima es primordial: arcilla procedente de las capas inferiores de la tierra fértil de un cultivo, que luego se mezcla con arena y agua. Los útiles empleados son la gradilla, un molde trapezoidal y plano donde se introduce el barro y el galápago o “borrico”, otro molde de madera, que le da la forma curva a la teja; un cuchillo para repasar los sobrantes que puedan quedar tras moldear el barro; un mantillo o sombrajo para que las tejas se sequen antes de meterlas en el horno. En el horno se cuecen durante 25 a 30 horas hasta que adquieren la consistencia necesaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario